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Dubrovnik, llegada 2.0, muy diferente a la llegada 1.0. La primera vez que vinimos diluviaba y nos alojábamos lejos de la Old Town, pero también nos permitió ver el centro una vez amainó, sin gente y con pocas tiendas abiertas, un privilegio. Hoy sin embargo, en la versión 2.0, llegamos a la hora de la comida, con un sol abrasador, y arrastrando las maletas por King’s Landing hasta el apartamento que está en pleno meollo y los coches no pueden entrar. Durante nuestra estancia descubrimos que no hay un solo momento de paz en esta ciudad, llena hasta arriba de turistas.
Comimos en uno de los miles de bares de la ciudad, el que teníamos más cerca; después Remei y JC se fueron a pasear, y nosotros nos fuimos a remojar en una de las “playas” de Dubrovnik. Los niños disfrutaron mucho saltando desde las rocas, no es una playa para descansar tumbado, pues se te clavan todas las piedras, pero nos quitamos el calor hasta que bajó un poco el sol.





De regreso al apartamento, Hugo decía que esto sí era verano, con su toalla al cuello, las calles llenas de tiendecitas, comiéndose un helado… cosas que podemos hacer en casa sin que cueste tanto dinero:)
Porque Montenegro fue caro, pero Croacia es carísimo, cenar algo normalillo siempre te rompe el bolsillo.






Cosa interesante, era el festival de verano y llegamos en los últimos días, eso nos permitió ver un concierto de ópera en plena calle. El sonido en las calles era bonito y relajante, pero solo a Sebas le gusta la ópera, los demás escuchamos atentamente desde la silla de una cocktelería.


