En cuanto entramos en Bosnia, paramos en Neum (única salida al mar que le han dejado a los bosnios) para un refrigerio, la primera diferencia es que la gente es muy amable y las cosas son mucho más baratas. Llegamos a nuestro apartamento Solís, a la hora de la comida, fuimos rápido a una gasolinera a por tarjetas SIM y acabamos comiendo en una pizzeria donde nos ofrecieron vino local y un licor casero al estilo vino de nueces.
Mostar se ha hecho famosa por su puente – tanto por el empeño puesto para destruirlo como por el aguante que demostró a decenas de proyectiles – se convirtió en un símbolo de la resistencia bosnia. Ahora es la imagen más famosa de la ciudad y una de las postales más conocidas de Bosnia.





Tras la comida decidimos volver al apartamento a dejar que atardeciese y volver a salir algo más frescos. No vamos decir que verano en estos lares hacer muchísimo calor, aunque las noticias que llegan de España son parecidas.
Estamos a 10 minutos andando del centro histórico, que por la noche es vibrante, lleno de puestos de comida, baratijas y souvenirs. Decidimos entrar en el museo de Genocidio, una visita que no te deja indiferente, sino apesadumbrado, y con una sensación de absoluta ignorancia de lo que realmente pasó aquí. Nos preguntábamos como podíamos estar tan poco informados de la Guerra de los Balcanes si al fin y al cabo en aquella época teníamos 15 años. La limpieza étnica, como le llaman, que se realizó aquí fue atroz. En el museo, pueden observarse entre otras cosas, objetos recuperados de las fosas comunes, donde por desgracia murieron adultos, jóvenes y niños. Vídeos de ejecuciones que los soldados serbios grababan y eran distribuidos en videoclubs para su alquiler…Nos preguntamos como una Nación es capaz de perdonar algo así…








Tras el museo ,comimos en un restaurante comida típica de la zona, pero la anécdota fue que había una pareja dándose besos y arrumacos. Se levantaron y vinieron a pedirnos perdón por su comportamiento, a lo que preguntamos ¿por qué?, y nos respondieron que el camarero les dijo que nos habíamos quejado de que nos estaban molestando con sus demostraciones de cariño. Qué tipo más ruín, nosotros ni siquiera les estábamos mirando, básicamente porque nos importaba un comino. Les dijimos que continuasen que a nosotros nos daba igual…. Y fue el camarero a echarles bronca de porqué nos habían dicho nada. Surrealista, si le incomodaba a él, porqué utilizarnos de excusa.












De camino a casa veíamos los impactos de balas en las fachadas, ya que algunas no se han restaurado y quedan como vestigio de un período sangriento en Europa.