El camino entre Kasane y Gweta es largo – unas 5 horas en coche en las que no pudimos ni come – paramos en un restaurante de carretera, pero no pudo ser. Incluso ignorando la mugre de la cocina, lo lúgubre del local y la pinta cuestionable de la comida, lo que nos tiró atrás es que TODA la comida era picante.
LLegamos a nuestro alojamiento (Gweta Lodge) sobre las 14:00 – solo pudieron prepararnos unos bikinis…ya vamos pillando que nadie viene a Africa para vivir una experiencia gastronómica.
Salimos con el coche con intención de visitar uno de los grandes Baobabs de la zona (Greens Baobab) – pero el camino era arenoso y no teníamos claro que pudiesemos hacerlo antes de quedarno sin luz. Caminos de arena en medio de la savana y de noche era demasiado, así que volvimos al hotel a planificar el día siguiente.
Lo más interesante del día fue pasar con nuestros 4×4 por el centro del poblado. Ejércitos de niños nos saludaron entre risas. No querían nada más que les devolviésemos el saludo.
Al día siguiente nos encaminamos el parque Nxai Pan a ver baobabs – árboles sagrados para muchas culturas africanas.
Empezamos por la ruta de los Baobas – de los cuales vimos 2. Lo malo es que para ver 2 Baobabs y muy pocos animales, tuvimos que conducir por carreteras MUY difíciles en modo 4×4. Este es el panorama que tuvimos
- Caminos arenosos en los que se hundían las ruedas
- Caminos con baches y agujeros en el suelo donde cabía un niño
- Caminos con piedras afiladas
- Caminos rodeados de arbustos y árboles secos que rallaban el coche
Para colmo, a punto estuvimos de atropellar una avestruz.
Cuando volvíamos (un poco mosqueados por un día que había requerido más efuerzos de lo habitual para una recompensa menor), Sebas quiso alargar un poco más el día probando suerte con los Baobabs de Baines (por el pintor que los retrató). Ern otros 35 km de arena y piedras, pero allá fuimos.
Y nos salvó el día.
No son solo los baobabs (que son espectaculares) – es todo el escenario que los rodea. Llanuras amarillas rodeando los salares blancos, con un cielo salpicado de nubes y los Baobabs de testigos.
Conducir (y correr) por el salar fue también una experiencia divertida para los niños – es como correr sobre patatas fritas – el suelo cruje.
Mañana nos vamos a Maun, aquí ya no queda mucho que podamos hacer – pero podemos decir que la parada valió la pena – ojalá hubiésemos empezado por ahi.