Toca barco, toca mar, y hace mucho sol. Aprovechamos la segunda oportunidad que nos ofrecía el día, y con un velero privado capitaneado por Pedro, nos pusimos de nuevo rumbo Isla de Lobos desde Lanzarote. Esta vez, el mar está calmado y el sol aprieta tanto que con el color del agua turquesa nadie duda en remojarse, pese a la temperatura, para nosotros algo fría. Como la primera vez, la abundancia de peces y la visibilidad hacen que te olvides por completo de que tienes que irte.
Tras el primer remojón, con hambre, nos comimos todo lo que nos pusieron, que era de bastante mala calidad, aunque abundante.
Tras la comida nos pusimos rumbo de nuevo a Lanzarote, a ver la costa de Papagayo. Las playas son bonitas, aunque no podemos acercarnos con el barco por la profundidad, las disfrutamos sobradamente con otro remojón.
Volvimos bordeando la costa, descubriendo cuevas, caminos en lo alto de los riscos y rincones espectaculares. Llegamos a puerto a las 20 horas, unas 10 horas de travesía que nos dejaron reventados y colorados.
Cenamos en el Majo Picón, en Tinajo, porque no teníamos fuerza para nada más eses día.