Encontrar el alojamiento y aparcar fue una tortura, en una ciudad con mucho tráfico y mucha actividad comercial, asi que cuando los dos coches estuvieron aparcados literalmente delante del edificio de nuestro apartamento, decidimos que no los moveríamos hasta que nos marchásemos de la ciudad.
Y así empieza nuestra aventura del día. Primera parada, el mercado de arte de Vernissage, que es un merdado prinpicalmente de artesanía armenia al aire libre. Con unos 600 metros de largo y como 4 ó 5 carriles, os podéis imaginar la de tiendas que puede haber. Desde artesanía en madera, joyería, sedas, telas típicas armenias, souvenirs, cuadros, y articulos de segunda mano ya sea de la época soviética como de la Alemania nazi. Pasamos mucho tiempo en el mercado, picando en algunos puestecillos, y se nos hizo la hora de comer.
Tras la comida y sin ganas de coger el coche para visitar lo que nos quedaba pendiente, finalmente contratamos un conductor, Samuel (simpático pero nada desinteresado). El primer destino fue el templo Garni, de la época helenística, allá por el siglo I d.C. Está muy bien conservado, pero casi nos gustaron más las vistas. La entrada creémos que cuesta 1500 drum, pero nosotros entramos sin pagar con un «colega» de nuestro conductor Samuel… cuántas comisiones debe haber.
Sin duda la parte que más gracia le hacía a Sandra, era visitar la Simfonía de las Piedras, en el Cañón Garni. Se trata de una paredes inmensas de columnas de basalto. El sitio precioso y además nos divertimos mucho. Coincidió una boda armenia en plena sesión de fotos, una familiamuy marchosa iraní con música en el coche a todo volumen, y nosotros que también teníamos ganas de bailar. Al final acabamos todos haciendo un círculo alrededor de los novios y con algunas calorías menos. Tomamos de vuelta el jeep que nos llevó, un camino difícil para un coche bajo como el que llevaba Joan Carles, pero nada que ver con lo que nos esperaa ya de vuelta en Georgia.
Fuimos a la última parada, el Monasterio de Gerhad. No lo negamos, estábamos hartos de monasterios, iglesias, etc. Pero el que nada espera tiene su recompensa. El monasterio es sencillamente espectacular, con algunas de las iglesias excavadas en la piedra de la montaña, rodeado de acantilados, nos pareció muy bonito. Tuvimos la suerte de entrar en una de las iglesias excavadas y poder escuchar un coro de mujeres en uno de los sitios con la acústica más espectacular en el que hemos estado.
Y así acaba nuestro día, con unas vistas del Monte Ararat y una buena cena en el apartamento regada con dos buenos vinos. Armenia nos ha cautivado