Castillo de Algodón

Nos despedimos de Oludeniz con buena impresión al final, gracias al viaje en barco pudimos apreciar lo bonito y espectacular de su costa, ya que como hemos mencionado anteriormente, lo que venden de Oludeniz no es lo que merece la pena.

Salimos rumbo a Pamukkale, pero quisimos hacer un desvío gracias a Martín, que quiso ir a ver Tloss. A modo de resumen, son ruinas Licias, una ciudad que fue habitada por romanos, bizantinos y luego otomanos. Nos esperábamos mucha cosa, y la verdad que nos impresionó. La Ciutadella en lo alto de la colina tiene bonitas vistas del anfiteatro y del ágora. También vimos los jeeps que traían a cientos de turistas mayoritariamente ingleses, gritaban, se tiraban agua y bailaban con la música a tope mientras se hacían la foto desde la distancia. En el fondo agradecimos que no subieran a las ruinas. La entrada nos costó unas 7 liras.

Tras la visita pusimos rumbo directo a Melrose House Place, nuestro hotel en Pamukkale, decimos comer allí y seguir las indicaciones del personal del hotel que nos recomendó ir a la salida norte. Así hicimos.

Entramos y ya pudimos ver que había cambios respecto a la primera vez que vinimos. La entrada nos costó 60 liras y lo primero que vimos fue mucha gente, toda amontonada en las terrazas y poca agua debido al desvío de las mismas a las construcciones de hoteles con piscina, que están secando las terrazas.

Decidimos empezar por los baños termales y darnos un baño en ella porque el calor era sofocante, entrada 50 liras. La piscina termal estaba llena de gente, con un fotógrafo dentro de la piscina paseándose para hacerte una foto, ya que estaba prohibido hacértelas tú mismo. Estuvimos en remojo lo que aguantamos y ya más frescos nos fuimos a ver el anfiteatro, ese no había cambiado y nos pareció igual de espectacular que la primera vez.

De ahí decidimos ir a la Hierápolis, un spa de 200 años antes de Cristo, y dejar las terrazas para el final, pensamos que habría menos gente. La visita de Hierápolis merece la pena y es una cosa que no hicimos la vez anterior.

Finalmente llegamos a las terrazas de Pamukkale (castillo de algodón), estas están formadas de travertino, gracias a la acción de las aguas termales que depositan el carbonato cálcico el cual cristaliza formando una capa blanca que lo cubre todo (a modo de resumen), o cubría, porque cuando llegamos vimos las terrazas centrales llenas de gente mojándose y bañándose en ellas. Nos sorprendió que cerraban a las 9 y para ello encendían unos focos para que los turistas pudiésemos continuar la visita.

La experiencia nos decepcionó un poco esta vez, porque pudimos ver lo que la presión del turismo es capaz de hacer, vimos la transformación de algo increíble en un parque de atracciones acuático, nos dio mucha pena. Aún así nos parece que en fenómeno de la formación y las formas de las terrazas es algo precioso.

Aquí se acabó nuestra visita rozando la hora de cierre. Puede que haya experiencias que no se debieran repetir.

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