Salimos desde Ica hacia Paracas con nuestro guía privado Joel. Tras una hora aproximadamente de furgoneta llegamos al embarcadero de Paracas, como nosotros, otros tantos turistas estaban aguardando para entrar en las lanchas que nos llevarían a Isla Ballestas, con un recorrido de unas 2 horas.
Pagamos la tasa del puerto, la paga todo el mundo, como en el aeropuerto de avionetas, como en el terrapuerto.. solo por hacer uso de las instalaciones.
Empeiza la aventura, la lancha va deprisa y el aire es frío, el cielo encapotado (en Paracas solo llueve unos 15 minutos al año). Hacemos una primera parada en un geoglifo con forma de candelabro o de cactus, a nosotros nos parece más un candelabro. Mide unos 180 metros de alto y según nos cuenta tiene una antigüedad de 2500 años, pero su función es desconocida. Sí nos contaron que excavando más hondo se encontró sal cristalizada, por lo que podría haber servido a modo de faro cuando esta brillaba.
Continuamos el recorrido hacia Islas Ballestas. No se peude desembarcar pero las lanchas se acercan muchísimo. Nos dicen que viven entre 7 y 8 millones de pájaros, y nos lo creemos…tanto como olemos el guano ( el cual recogen como fertilizante). Tuvimos la suerte de ver camarones, pingüinos Humboldt, leones marinos, pelícanos… y muchas muchas más aves.
El paseo es espectacular, precioso. En la isla viven 3 biólogos que cuidan de la isla, sin agua, sin luz y sin comodidades y lo que es peor, intentando acostumbrarte al olor del guano.
Acabamos el recorrido y con un café, muy malo por cierto, recuperamos el aliento para seguir visitando Paracas por tierra. También se paga entrada para acceder a la reserva.
Una vez que entras, te acostumbras a ver desierto por todos lados, por la carretera que transitamos está hecha de sal y tierra, no se derrite porque no llueve en Paracas.Hacemos parada en diferentes miradores de una belleza asombrosa. Desierto y mar.
Paramos en la playa Yumaque, llena de acantilados de arena, sino fuese por el color parecería Escocia.
Paramos en La Catedral, ahora parcialmente destruida por un terremoto.
Por último la Playa Roja y el Cerro Santamaría. La arena de la playa es literalmente roja, porque ese es el color del cerro con cuya arena se alimenta la playa. Precioso.
Decidimos comer en la bahía Lagunillas, nos dimos un festín. Marisco a la plancha, pescado a lo macho, Sopa parihuela (de marisco), conchas con queso parmesano, ceviche de lenguado, de pulpo…todo buenísimo y relativamente barato en Casa de la tía Fela, con un buen servicio.
Había sido un día de 10, un bonito final a nuestro viaje juntos con la familia Gironés-Tell, nuestra familia. Por la tarde tan solo nos relajamos y cenamos en la pizzería del hotel, con un vinito del valle de Ica, Intikalpa, a modo de despedida.
A partir de mañana viajamos solos de nuevo, ya solo esperando el regreso a casa.
Chicos, me agoté sólo de leer todo lo que han hecho! Los niños son unos campeones, cómo hacen pata a todo! Realmente es un viaje de experiencias inolvidables para todos
Un beso de la que veranea desde casa (lo más emocionante de estas vacaciones han sido las picaduras de mosquitos!)