Cañon del Colca

Partimos en excursión de tres días hacia el Cañón del Colca. La aventura parece excitante, con suerte veremos el vuelo del cóndor, pueblos pequeños y animales en estado salvaje, las vicuñas, cuya lana es sumamente apreciada por su calidad… y su precio.

Partimos con nuestro guía Edwin y nuestro conductor Herbert, de Perú Mistika Travel.  Edwin nos iba explicando cosas interesantes sobre la agricultura de la zona, la minería, la cementera y de como la gente ocupaba terrenos del estado para hacerse una casucha sin agua, sin luz, sin alcantarillado (porque viven en casas que se han construido sobre terrenos ocupados ilegalmente por mafiosos que especulan con la politica de hechos consumados)

Atravesamos la Reserva Nacional de Aguada blancas y salinas. Mientras íbamos subiendo en altura hasta los 4800 metros, donde ya sentimos la dificultad en movernos un poco, un té Inca a estas alturas sienta de maravilla. Atravesamos la reserva Pampa Blanca donde viven las vicuñas en estado salvaje y vimos a los ganaderos con sus alpacas y llamas, incluso pudimos hacer sesión de fotos.

El paisaje era duro, el sol calentaba pero el aire era frío. Justo a la hora de nuestra comida a eso de las 14:00 llegamos a un buffet en Chivay donde dormiríamos 2 noches. La comida estaba buena, así es Perú, un abanico de sabores.

El valle del Colca o Valle de los Collaguas, llamado así por sus antiguos habitantes preincas. Es una zona rodeada de volcanes, terrazas de cultivo y zonas geotermales con lo que hay numerosos manantiales de agua termal. Pese a la altitud se encuentran cultivos de patata, maíz, cebolla, orégano, etc y las casas de los pueblitos, están hechas de barro e ichu (la paja del altiplano). Todavía quedan muchos pueblos coloniales donde la principal construcción es la iglesia, nos parecieron siempre más bonitas por fuera que por dentro.

Dejamos nuestras mochilas en el Hotel Colca Llaqta y nos fuimos a los baños termales de La Calera. Está bastante bien organizado y la piscina calentita nos relajó completamente. Salimos renovados y le pedimos a Edwin que nos llevase a tomar un café de verdad. Nos llevó al garito de un amigo suyo, One Café, y no se equivocaba, el café era de primera, el camarero había ganado el concurso internacional de baristas.

Paseamos un rato por la plaza, es un pueblo pequeño pero su mercado es muy interesante y finalmente cenamos en un restaurante llamado Maray, carne y pescado a la piedra volcánica.

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