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Tras el desayuno emprendimos camina a Varna, es una ciudad grande de la costa del Mar negro, pero nosotros tan solo queremos hacer una parada antes de dirigirnos más al sur, a nuestro destino de pulsera, excepción del viaje.
Antes de llegar a Varna, a unos 20 minutos, se encuentra el bosque petrificado. La entrada son 3 levas y aunque hace calor y el sol calienta la arena, eso no nos detuvo.
Parece que hace miles de años había un mar, ahora se ven rocas calcáreas clavadas en medio de un mar de arena de forma natural. La mayoría son cilíndrias como los troncos de los árboles y algunas de hasta 6 metros de altura. otras tienen formas que recuerdan a cosas y de ahí los nombres: de la Fertilidad, el Camello.
Llegas a un círculo hecho de piedra, este de forma expresa, llamado el “Círculo de los deseos” donde hay tres piedras centrales donde la gente deja monedas. Al ser hecho por el hombre no nos impresiona. Lo mejor era subirse al punto más alto y mirar el bosque, un paisaje realmente bonito.
Nos recordaba el “Campo de bochas” en Argentina.
Tras 15 minutos llegamos al hotel, fuimos a comer al centro comercial que había a cinco minutos andando (por cierto, la comida que nos ha costado más caro de toda Bulgaria) y luego nos fuimos a ver el centro en taxi y las calles peatonales de Varna.
Es una ciudad grande, para nosotros sin nada destacable, pero fue un paseo tranquil. Cerca de la playa en el paseo marítimo la actividad es vibrante y se nota que hay mucho turismo. Acabamos tumbados en las tumbonas de la playa mientras los niños jugaban en la arena y cenamos en uno de los múltiples chiringuitos de la playa, con pescadito frito incluido.
Hagamos lo que hagamos nos acostamos a las tantas cada día, se acercan días de perreo en Sunny Beach.