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Después del atracón del desayuno y de un bañito en la piscina, nos trasladamos a nuestro apartamento, un poco más alejado del centro en uno de los distritos rojos, en Geyland. El apartamento estaba limpio aunque algo pequeño y después de dejar lo principal, salimos a patear la ciudad bajo el calor asfixiante. Destino Marina Bay y sus jardines. Fuimos en metro, una experiencia interesante pues hay ascensores en todas las estaciones… no estamos acostumbrados y con los carros se agradece y mucho. Cabe decir que los taxis son tremendamente baratos y para los cuatro no hay mucha diferencia respecto a coger el metro.
Empezamos a caminar y caminar por los jardines, por los centros comerciales que hay dentro de los hoteles, de la arquitectura tan impresionante y sus largos paseos.
No hay una forma de resumir los jardines ni la zona sino es con fotos, la mayoría de los jardines son gratuitos, incluso hay una zona para niños donde se pueden mojar bajo chorros de agua que cambian de ritmo e intensidad. Hugo y Amalia se lo pasaron de miedo.
El conjunto en sí impresionaba mucho. Hay tres atracciones que son de pago, los conservatorios como ellos les llaman o Dome y los árboles. Uno de los observatorios está dedicado a las flores y el otro alberga un “cloud forest” o lo que sería como bosque húmedo, con cascada incluída. Repetimos que la experiencia es no solo por lo que se puede ver dentro del edificio sino también por los edificios en sí.
A los árboles no subimos, no nos daba tiempo pero verlos desde abajo es impresionante también, más cuando se iluminan por la noche con juegos de luces al ritmo de una melodía.
En los jardines es de los pocos sitios donde no hay centros comerciales, pero antes de llegar a ellos el paseo por dentro de los centros no tiene desperdicio, primero por el fresquito, segundo por la arquitectura y tercero por la gente de dinero que se mueve por aquí.
El tute que nos hemos dado, estamos viejetes. Si todos los días son así, necesitaremos vacaciones de las vacaciones o un buen fisioterapeuta.