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Hugo – Qué vamos a ver hoy?
Sebas – Templos
Hugo – Y qué son los templos?
Sebas – Edificios raros. Muy raros. Seguro que no has visto edificios así nunca.
Hugo – Guay!
Y así empezamos nuestro día de templos con niños en Yogyakarta. Decidimos ir primero a Prambanam, un templo hindú muy bien conservado. Sobre el templo ya os puede informar Wikipedia…nosotros os contamos el punto de vista de los peques.
Hugo lo entendió mejor cuando empezó a verlos como castillos raros. Eso le permitió entender que eran edificios con una función especial (no casas) y con un pasado “mágico”.
Enseguida se convirtió en una misión para verlos todos por dentro. Como en la mayoría de casos, estos templos están hechos para impresionar desde fuera más que desde dentro, y los interiores eran pequeños, oscuros y vacíos (o con alguna estatua de alguna deidad hindú)
La oscuridad de esas salas asustaba un poco a Hugo y lo convertía en una mini-aventura. Se lo pasó mucho mejor de lo que nosotros esperábamos.
A Amalia lo ve todo desde otra óptica. Para ella era tan interesante el templo como los pajaritos que se posaban en las estatuas. Lo que realmente disfrutaba era poder correr con su hermano entre los pasillos del templo e imitar todo lo que él hacia.
Recompensamos sus horas bajo el sol y su (relativo) buen comportamiento con unos minutos de parque…aunque tuvimos que salir corriendo ante la presencia de unas avispas del tamaño de pulgares. Hugo les tiene pánico…lo mismo que a las gallinas, gallos y palomas que también había por ahí (todo un valiente!)
Comimos dentro del parque y dimos de comer a unos ciervos. Aquí experimentamos algo que después se convirtió en una constante: Nuestros hijos son estrellas del rock en Indonesia.
Por algún motivo (color de piel, pelo) los indonesios los encuentran guapísimos – tanto como para tocarles el pelo, la cara o incluso sacarles fotos (y sacarse fotos junto a ellos).
A pesar del cansancio y del sol decidimos seguir y visitar el otro templo más importante de Yogyakarta – Borobudur (budista)
Los desplazamientos los hacemos en un coche alquilado con chófer incluido. No sabemos el nombre del conductor porque no habla ni papa de inglés, pero nos permite dormir entre parada y parada, algo que a los niños les va genial. Llegamos bastante frescos a cada parada y no tenemos que preocuparnos de nada (por unos 42 € al día – y eso sabiendo que pagamos caro por no buscar más)
Borobudur es más fotogénico (por estar más concentrado), lo que hace que sea el que todos hemos visto en algún momento en películas o documentales. Esto hace que la sensación de estar dentro de un documental de Nat Geo sea más grande en él que en Prambanam – aunque los dos son igualmente impresionantes vistos de cerca.
La gracia de Borobudur es que está diseñado en niveles concéntricos, así que el paseo es fácil: da la vuelta y sube un nivel.
La verdad es que lo pasamos muy bien. Las historias talladas en las paredes, las gárgolas (o similares) y los budas dentro de las campanas mantuvieron el interés de Hugo durante toda la visita. Y la libertad de correr por los diferentes niveles hizo las delicias de Amalia.
Al final nos relajamos un poco en el césped y fuimos a ver unos elefantes que tenían encerrados (y con señales de maltrato, para qué negarlo). En cuanto vimos las cadenas y las condiciones en las que estaban les explicamos a Hugo que no nos gustaba verlos así y nos fuimos.
La nota negativa es la salida. Habéis estado en Ikea con la sensación de que una vez has entrado te obligan a recorrer mil pasillos para salir? Pues elevadlo a 100. Y multiplicadlo por dos. No es broma.
En muchos sitios es normal que te obliguen a salir por la tienda de souvenires…como una forma de obligarte a ver la mercancía. Aquí lo han llevado al siguiente nivel – para salir de Borobudur tienes que recorrer (sí o sí) una serie de pasillos llenos de tiendas de souvenires…durante más de 20 minutos (casi un kilómetro de tiendas y tiendas). No hay forma de escapar. Por suerte salimos tarde y la mayoría estaban cerrados…pero no queremos ni imaginar a todos esos vendedores insistiendo en colarnos algo durante 20 minutos de paseo.
Para acabar el día le pedimos al conductor que nos llevará a una calle de mochileros a comer y aunque solo hicimos algunos gestos, nos entendimos enseguida: manduca!
Nos llevó a un sitio llamado ViaVia, donde tenían una zona especial para los más peques – todo un hallazgo para los cuatro.
Un día perfecto…aunque nos hemos pulido los dos puntos más importantes en un solo día…y nos quedan 3 más!