Al día siguiente rompimos un récord y conseguimos llegar a nuestro destino antes de las 12:00: La Garganta Vingtar.
Durante 1.600 metros de cuestas, escaleras y baches, llevamos a los niños en carros. El nuestro es un McLaren, diseñado para el asfalto, así que ya se ha ganado un lugar en el cielo de los carros.
Hay poco que contar sobre el sitio. Un rio impresionante, con aguas cristalinas que atraviesan una garganta llena de vegetación. Truchas por doquier y bastantes turistas que llegaban en packs de 50 (autobuses), aunque sin agobiar.
Los niños lo pasaron bien viendo los peces, tirando piedras al agua y con las cascadas de agua. La verdad es que nosotros no nos esperábamos que Eslovenia tuviese tantos tesoros naturales (sólo las cuevas ya hacen que merezca la pena visitar el país, esto ya es para nota)
A la vuelta vimos un restaurante donde servían las truchas del rio, y claro, picamos como las misma truchas. Sebas se pidió un “Salmón del Danubio”, a 7 euros los 100 gramos… nadie sacó la cuenta de cuánto era eso…y ahora una trucha de 52 euros forma parte de su cuerpo en forma de tejido adiposo (barriga). Bendito sea.
Por la tarde paseamos por el lago de Bled, mucho más bonito que los lagos vecinos, principalmente por el detalle de la isla con la iglesia en medio y por el castillo que se alza en una empinada roca al lado del lago.
En esta ocasión los animadores infantiles fueron patos y cisnes. Os podéis imaginar la impresión que causa un cisne del tamaño de un niño de 2 años a un niño de 3 años.
Hay fotos de los niños preciosas, como para hacer cuadros, no es que la abuela sea una fanática pero si por mi fuera tapizaría las paredes con sus fotos. Cuando van a Dubrovnic?