El jardín más famoso de Holanda

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Hacía un día soleado y muy buena temperatura, un día ideal para ir a ver Keukenhof, el jardín holandés más famoso, abierto solo 2 meses al año cuando los tulipanes y otras flores están en plena floración.

Para ir tuvimos que coger un autobús hasta el aeropuerto, desde donde salía otro autobús directo.

Como nosotros, otros guiris, pensaron que también hacía un buen día para visitarlo. El primer encontronazo con el jardín, una cola para coger el autobús kilométrica (por suerte los buses venían cada 10 minutos) y el precio, 22.5 euros entrada y bus…

Finalmente llegamos, nosotros y otros cien mil turistas más, en bus,coche o autocar a elegir.

Dentro del jardín era una locura, gente por todos lados como un parque de atracciones.. a medida que te alejabas de la entrada más tranquilo estaba, aún así, para una foto en solitario había que tener paciencia. Dejando la gente a un lado, el jardín era espectacular, no solo los colores sino los olores.

Así nos dejamos arrastrar por los senderos menos concurridos. Nos entró hambre, qué suerte! podíamos escoger comida británica (ja ja ja ja, pero tienen un apartado gastronómico que se pueda llamar así?), comida holandesa (sería interesante probar algo típico), comida italiana (muy visto) y comida asiática (esta opción le interesaba a Sandra). Sebas ganó, quería probar las delicias holandesas antes de volver a casa…

El resumen de la comida sería, gente por todas partes jugando al juego de la silla para encontrar una mesa para sentarse…al final lo consigues, es cuestión de reflejos y perseverancia. La cola para coger la comida exasperante, aunque no tanto como los precios ( dos filetes de cerdo empanado, una ensalada, macedonia y dos aguas 42 euros). Además de recalcar que a Holanda no se viene a comer

No había fuentes en el parque y una botella de agua te cuesta 2.75 euros, qué listos!

A costa de quemar euros pasamos un día agradable, pero concluimos que aunque el jardín es bonito no justifica la sangría al turista. Es un atrapa-guiris, decidimos salir de allí antes de que se nos acabase la pasta.

Después de otra cola, esta más llevadera, un bus y un tranvía estábamos descansando en el apartamento. Tocaba ir preparando la maleta antes de nuestro último reto pero no nuestra última cola: el museo Van Gogh.

 

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