El centro de Amsterdam

Esta entrada pertenece a la serie Holanda
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Salir del apartamento con Hugo es una odisea, por no citar que en cuanto sale a la calle pide que le lleves en brazos. Caminamos mucho, eso es cierto, pero él lo pide al primer minuto de estar en la calle. Tanto es su insistencia, que Sebas dice que si encuentra un carro de segunda mano barato lo compra.

Con este ánimo y cogiendo un par de tranvías llegamos a la estación central. Desde allí puedes coger todos los trenes, buses, ferries y tranvías que quieras a casi cualquier lugar de Holanda. Como siempre en las estaciones centrales reina el caos y el ruido.

En frente de la estación hay una iglesia, San Nicolás, el patrón de los marineros, que en aquel momento estaba dando replique de campanas, claro, con Hugo tuvimos que quedarnos hasta que acabó hasta la última campanada. Pudimos ver como obispos o al menos gente de alto cargo eclesiástico salía de la iglesia para hablar ante las cámaras de algún programa y meterse en un lujoso restaurante exclusivo…

Seguimos nuestro camino deambulando por calles estrechas muy alegres y llenas de gente, y caminando caminando llegamos al Distrito Rojo sin buscarlo y sin saberlo. ¿Cómo supimos que habíamos llegado? sería por los escaparates llenos de chicas jóvenes y no tan jóvenes, bonitas y no tan bonitas, todas mostrando carne en abundancia; o por los sex-shops donde cientos de tetas de plástico competían con consoladores fosforescentes, o por las hordas de hombres solos que paseaban por el barrio cerveza en mano. A plena luz del día y sobretodo sin haberlo esperado, era muy poco glamuroso.

Lo mejor fue que, lejos de sentirnos incómodos por llevar a Hugo por esas calles (él carece de rodo pudor y lo único que ve son mujeres con poca ropa), eran los demás los que parecían estar incómodos con nuestra presencia. Ya nos pasó en Filipinas. Por lo visto la gente no quiere que unos “outsiders” venga a mirarlos ni a recordarles que ellos también tienen familia. (no esperéis fotos del barrio rojo…si las queréis buscad en Google)

Seguimos paseando por canales y callejones, hasta llegar a la casa más antigua de Ámsterdam (de madera) Beijinhof.

Nos paseamos por la plaza central (Dam), donde mañana coronarán al nuevo rey. El aforo estará limitado a 20.000 personas, y no tenemos la menor intención de disputárselas a los holandeses.

De ahí nos fuimos al mercado de las flores (o como se llame), donde compramos unos cuantos bulbos.

Nos pasamos el día caminando, y en un jardín privado sentamos a Hugo en un sofá de jardín, al segundo se había dormido. Cargamos literalmente con él, hasta un café que fuese cómodo y tuviese sitio, lo encontramos, y pasamos un rato comiendo  bebiendo cafés.

Uno de los problemas en Amsterdam es encontrar un sitio de calidad para comer, y con calidad nos referimos a que sirvan algo más que hamburguesas, hot dogs, sopas o ensaladas, que es básicamente lo que se ofrece en todos sitios. Hoy fuimos a comer a un italiano, excepto el precio muy caro, era un italiano de bastante poca calidad.

Nos conformamos con nuestras cenas caseras, algo más saludables y tranquilas.

Lo hemos pasado bien, pero hemos acabado cansados y en tensión por vigilar que Hugo no se atropellado por una bici, por un coche, un bus o un tranvía. Hemos decidido que mañana nos vamos a las afueras.

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