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Estamos en el paraíso, y como siempre en el paraíso suele haber playas de increíble belleza, hoy nos levantamos con el objetivo de ir a buscarlas. Con nuestros booguies somos imparables y no hay camino de cabras que se nos resista.
Intentamos madrugar pero los niños se despiertan cuando quieren y no les interrumpimos el sueño, así que después de desayunar, a esos de las 11 estábamos en ruta.
Llegamos a bahía Sudeste, prácticamente no había gente, otra familia y nosotros. Era una playa rodeada de vegetación muy bonita, lo interesante es que es punto de avistamiento de tortugas, aunque ahora no es la época y no vimos ni una. Nos bañamos igualmente y nos fuimos cuando empezó a chispear. La sensación es que no estamos quietos nunca.
Volvimos a la pousada para hacernos de comer, y volvimos a salir en ruta hacia Praia do Leao. Después de aparcar el boogy, hay que andar un sendero empinado hacia la playa. Las vistas son increíbles desde arriba, donde se ve el mar y las piscinas naturales llenas de algas, donde Sebas se aventuró a ver si se podría bañar en ellas. Había muchas olas, con los que las mamis se quedaron con los niños y los papis se fueron a divertir con las olas.
Fuimos a visitar el fuerte de Sudeste del que solo quedan 4 cañones oxidados pero las vista son fantásticas.
Volvimos a casa a ducharnos, porque habíamos decidido tomar un helado para merendar. No se si os hemos contado que en Brasil son extremadamente lentos en servir cualquier cosa. Sebas y Jordi se pidieron unos helados, Fani y Sandra unos cafés con tarta de chocolate. Al rato, viene el camarero guapetón y nos dice que para helados y tarta necesita una hora. Ummm, mucho tiempo para tener a un niño sentado. Nos tomamos los cafés (excelentes) y nos fuimos a preparar la cena.
Después de tres días sin cambiar sábanas, ni bolsa de papeles del lavabo (que tenemos que retirar nosotros personalmente), ni barrer ni fregar el suelo…. os podéis imaginar como empieza a estar la habitación. Lo jodido es que seguiría igual dos noches más. La opción es mudarse a otra pousada, a partir de 150 euros pareja noche y sin derecho a cocina.
Nos han comido los mosquitos menos a Hugo que parece que su repelente de citronella lo mantiene a salvo.