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El motivo por el que un turista viene a Quepos es el Parque Manuel Antonio. Nos habían hablado muy bien del parque, y la palabra “Familiar” en la guía fue lo que nos hizo venir a nosotros.
La verdad es que antes de ir al parque ya estábamos contentos por venir a Quepos, más que nada por el alojamiento. Villa Kristina, que es como se llama al conjunto de 3 apartamentos en los que estamos, es como estar en casa pero en medio de la jungla.
Madrugar no fue un problema, todavía no nos hemos adaptado al Jetlag (de 7 horas) y a las 06:00 am ya estábamos en pie, sin despertador ni nada. Llamamos a Ronny, nuestro taxista recomendado, y nos llevó hasta donde se compran los tickets del parque.
Tras algunas dudas, decidimos no contratar a los guías locales. Nos pareció que aportaban poco valor, y no nos equivocamos demasiado. La mayoría de las paradas que hacían era para explicar algo sobre la flora o sobre el comportamiento de un animal que había pasado por ahí (pero que nunca estaba ahí) o para ver algún pájaro bastante común.
¿Es que no hay animales en Manuel Antonio? Sí, claro que sí, pero no están donde esperas encontrarlos (en los senderos).
Los senderos principales (por los que vamos casi todos los que no somos trekers profesionales) parecen Port Aventura. Pasa gente constantemente, ahuyentando a cualquier animal que no esté sordo o acostumbrado a la presencia humana (excepto a los perezosos, que aunque te oigan venir, no huyen por motivos evidentes)
A los 5 minutos de caminar entre la multitud, vimos claro que no íbamos a ver demasiados animales. Encima del sendero pasaban cables de electricidad, y los riachuelos eran en realidad canalizaciones de agua. Para alguien que ha vivido toda la vida en una ciudad, el paseo era interesante. sin embargo, si has estado en una jungla de verdad, esto es como pasear por un jardín botánico.
A medio camino, Sebas le dice a Sandra:
– Ya verás como veremos monos, en cuanto lleguemos a la zona donde la gente se para a comer.
Profecía cumplida. Al llegar a la playa (también bastante concurrida), 3 o 4 mesas de madera repletas de ticos con bocadillos y otras viandas servían de reclamo a varias familias de monos ladrones.
Había tantos que la gente se cansaba de sacarles fotos a los pocos minutos. Pronto dejas de sacarles fotos y te preocupas por que no te roben la cámara.
Nos bañamos en la playa y nos relajamos en la arena. Aprovechamos que el enano se dormía con la teta para dormirnos también…hasta que 3 castores decidieron que éramos una presa fácil mientras dormíamos.
Sandra le pegó un collejón a Sebas, que pronto se levantó a ahuyentar a los mapaches a grito pelado (no tenía nada a mano para agitar al aire). Suena gracioso, pero la verdad es que nos pegaron un buen susto. Venían a por las mochilas, pero son bichos agresivos si se sienten amenazados. Lo mejor fue que había más de 20 personas alrededor, y nadie nos avisó, supongo que esperaban a ver que pasaba y empezarían a reirse una vez que tuviesen nuestras mochilas (es lo que hicieron cuando un mono nos robó una bolsita de plátanos fritos).
Asumiendo que no era una playa para relajarse, decidimos irnos de allí. De camino a la salida vimos otras playas menos concurridas (y sin monos!), y suspiramos por no haber ido un poco más lejos antes de colocar las toallas.
Salimos del parque en el viaje en barco más corto de nuestras vidas (5 metros) que pagamos “con la voluntad”.
Nos quedamos a comer por la zona, completamente abarrotada de restaurantes para turistas y hoteles. Los precios eran altos, pero el sol y el cansancio de llevar al enano en brazos era más fuerte que el bolsillo, así que nos metimos en el primero que encontramos.
A media comida el enano empieza a rascarse un ojo.
Sandra – Qué tiene ahí?
Sebas – Creo que lo ha picado algo…espero que sea eso y no una alergia
Sandra – Tengo Cortisona en el hotel
Sebas – Nos vamos?
Sandra – Paga, nos vamos
Dejamos generosa propina (por no esperar ni al cambio) y salimos pitando en un taxi. No hubo que meterle prisa, corren por defecto.
Cuando llegamos al hotel el ojo del enano estaba hinchado, y la cara roja. Lo metimos en la ducha y le dimos gotitas de cortisona. En 15 minutos estaba como nuevo, riendo y corriendo como siempre, pero el susto fue tan grande que Sandra vomitó la comida (el calor sofocante y la forma de conducir del taxista ayudaron)
El día ha sido muy agradable, quitando el susto del final. Hay que reconocer que lo que antes, estando solos, era “aburrido” o “demasiado turístico” ahora es “Familiar, agradable y seguro”.
El enano lo ha cambiado todo. Ahora preferimos un tranquilo paseo por una jungla muy tranquila a aquellos días por Malasia arrastrándonos en las cuevas llenas de guano y murciélagos.
Nos hacemos viejos.
Ui!!! Mira que atreverse a intentar quitaros la comida !! Es que no conocen a Sandra !! Besitos.
Lo del pollo ya alteró todas las neuronas de su abuela. que asco estoy hecha, se ve que ya estoy revieja que todo me da chusto. Por favor los bichos lejos de mi niño!Me gustó la playa, como en Tailandia algún día me gustaría estar en una playa así, de arena blanca y aguas turquesa. Es como les dije, tendría que haber ido a cuidar a Hugo y ya me habrían detenido por cargarme a 30 monos y 17 castores, amén de otros bichos merodeadores. Un besito