El Volcán Arenal

Esta entrada pertenece a la serie Costa Rica
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Dormimos a pata suelta. Con el jet lag el enano se duerme a las 19 o 20 horas de la tarde, y aunque se sigue despertando por la noche para mamar, no se despierta totalmente hasta las 7 de la mañana.

Después, un entretenido desayuno; entretenido porque dar de comer a Hugo es una odisea, saluda a todo el mundo, ha aprendido a decir “Hola”, sonríe a todo el que pasa, señala a todos los animales, se quiere ir a la piscina a tirarse de cabeza… en fin, todo tranquilidad.

El día había amanecido medio soleado, no llovía, eso era suficiente. Con nuestro coche nos dirigimos al volcán Arenal, a ver si podíamos ver la cima. Lo de ver la cima no es más que eso, verla, pero verla de lejos, al ser un volcán activo no dejan subir, y sólo puedes quedarte en la base (no como en Guatemala, qué tiempos!!!)

Llegamos al parque, hacía bastante sol y tras pagar la entrada – porque aquí se paga absolutamente por todo – llegamos a la base. Decidimos hacer todas y cada una de las caminatas disponibles, un suicidio teniendo en cuenta que llevábamos a Hugo todo el tiempo en brazos.

El primer sendero, el de “Las Coladas” rodeaba el volcán unos 2 Km hasta llegar a la corriente de lava de 1992. El camino al principio era muy fácil, rodeado de juncos, luego daba paso a la jungla y al final del camino empezaba la lava. Aquí tuvimos que escalar un poco entre la lava para llegar al punto más alto disponible y hacer la foto de rigor, la foto típica de un volcán perfecto, de un cono casi exacto.

De vuelta escogimos otro sendero, “El Ceibo”, era de tan sólo 1,8 Km pero era bastante más difícil ya que era pura jungla. Había mosquitos de todos los tamaños, pudimos ver una familia de jabalíes, pájaros, arañas gigantescas, libélulas como helicópteros y finalmente llegamos al Ceibo, un árbol enorme, enorme, probablemente el árbol más grande que nosotros hemos visto. No nos podemos imaginar como deben ser la Secuoyas en EE.UU.

El último animal que vimos fue una serpiente de unos 2 metros que atravesó el camino delante de nosotros. No sabemos que tipo de serpiente era, pero era enorme y sus escamas parecían espejos multicolores (como un compact disc). Pasó justo delante de nosotros y se detuvo a un lado del camino, con la mitad del cuerpo aún en el camino. Pasamos de puntillas y bastante acojonados, la verdad.

Los pocos visitantes que nos encontrábamos nos miraban asombrados porque llevábamos un bebé. Mantuvimos el tipo y aunque a punto de desfallecer en un par de ocasiones, con un par, llegamos al coche de nuevo.

Estábamos muy cansados para seguir caminando y estábamos muertos de hambre así que nos fuimos a un pizzería a que nos clavasen por la mejor comida que de momento hemos probado en Costa Rica.

Por la tarde tan sólo nos dimos un bañito caliente en el jacuzzi con unos cócteles , una duchita, una cena liviana y a dormir.

El enano aprendió en el jacuzzi a decir “Luna”, como le enseñó Sebas, y es que la luna estaba llena, por lo que podíamos ver la silueta del volcán.

Ha sido nuestro último día de actividades en La Fortuna, y la verdad es que ha valido la pena venir aquí. No queríamos repetir el “apalancamiento” de Quepos (que por otra parte nos fue muy bien), y hemos conseguido llenar de actividades interesantes prácticamente todos los días.

A partir de ahora cambiamos de tercio. Se acabó la jungla, mañana volamos a Playa del  Coco….a ver si tenemos suerte y podemos ver el lado más submarino de Costa Rica!

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