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Por la mañana Sebas se fue al pueblo a buscar nuestro cochecito de alquiler. En Adobe Rent a Car lo conseguimos por 35$ por día (en Alamo nos pedían 64$). Es la mínima expresión de un coche, pero es nuevo, así que nos da confianza.
Con nuestra recién estrenada libertad sobre ruedas nos fuimos a hacer una colada al pueblo, y de ahí al Ecocentro Danaus.
Se trata de un proyecto ecologista que consiste en montar un “oasis” de jungla en medio de una zona de agricultura y resorts. De este modo los animales de la zona tienen un lugar tranquilo en el que habitar. Han marcado senderos dentro del centro para que puedas visitarlo, y su objetivo es transmitir de un modo didáctico la importancia de preservar ciertas especies y ecosistemas.
La verdad es que el centro funciona realmente como un oasis para muchas especies de la zona y es fácil ver ciertos animales.
Vimos ranitas venenosas (de un rojo muy intenso), cuya piel segrega un veneno capaz de matar animales pequeños (abuelas: mantuvimos al enano a raya, sólo lo dejamos acariciar a un par), pájaros de colores muy intensos, mariposas enormes (en el mariposario) y finalmente, coatís (que no habíamos visto desde Iguazú!)
El paseo fue agradable y fácil de hacer con el enano. Se nos pasó la mañana volando.
De ahí nos fuimos al volcán, pero cuando llegamos el tiempo estaba bastante mal, y el volcán estaba completamente oculto tras las nubes (sí, es posible perder de vista un volcán entero!). Decidimos dejar lo del volcán para el día siguiente, por si el tiempo mejoraba.
Antes de volver, nos acordamos del consejo de un taxista, y seguimos unos kilómetros más, pasando la laguna, hasta los puentes colgantes. Llegamos a las 15:20, no informaron de que eran 2 horas de recorrido, y el sol se pone a las 17:30, así que íbamos muy justos. Decidimos echarnos la manta a la cabeza (los chubasqueros) y arriesgarnos.
Así empezamos nuestra travesía por un sendero bastante bien preparado por el que tuvimos que llevar al enano todo el tiempo en brazos. Fue duro, pero cada vez que encontrábamos uno de los 7 puentes colgantes merecía la pena haber llegado hasta ahí.
Seguimos puente tras puente, pasamos por una cascada y observamos diferentes pájaros en una vegetación exuberante y exótica. Entonces llegamos al Puente de la Cascada, y vimos una de esas imágenes que se te quedan grabadas en la memoria, una de esas postales que hacen que valga la pena venir a un país, aunque solo fuese para ver eso.
La verdad es que hasta este momento no habíamos visto nada en Costa Rica con lo que anclar el país en nuestra memoria. Nos faltaba por encontrar nuestro Taj Mahal, nuestro Perito Moreno, nuestro Leshan en Costa Rica. Las fotos no hacen demasiada justicia (nunca lo hacen las malditas, por mucha cámara que nos compremos), pero la sensación era increíble. La niebla entre los árboles le daba el toque peliculero definitivo. Faltaban los gorilas.
Nos fuimos encantados de allí, tanto con la experiencia como con el día en general. La cena fue mediocre (decidimos cambiar de restaurante para la próxima), así que decidimos acabar el día de la mejor forma posible: en el agua!
Aquí a las 18:00 ya es de noche, así que cuando nos metimos en la piscina (sobre las 20:30) ya era muy de noche.
Pasamos un buen rato en la piscina, para nosotros solos. Nos tomamos unos cócteles en la piscina (hay un bar húmedo dentro de la piscina) y nos sentimos megapijos. El enano se comió las cerezas de cada cóctel, para no ser menos.
La guinda de la noche fue el Jacuzzi de agua caliente que nos pegamos los tres (en solitario, en medio de la jungla y por la noche).
De ahí a la cama, a dormir como señores. Unas 12 horitas de sueño, ni más ni menos.
Cuánto nos va a costar volver al trabajo!!!
Trabajo? Quién peinsa en el trabajo estando en Costa Rica ? Nos encantan las fotos. Me recuerdan mucho a la reserva Natural de Manu ( Perú ) con ésa niebla misteriosa y relajante.
David ya camina ( uffffff… pero es un ufffff genial ).
PD: váis con el peque a cuestas a todas partes ? Sin mochila ? Joooo….lín !!!