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A las 09:00 estaba el chico de Adobe Rent A Car en la puerta del hotel, como acordamos. Con ellos todo ha sido genial hasta ahora. Nuestro coche esta vez era un 4×4, porque no queríamos arriesgarnos con uno normal por los parques nacionales.
Tomamos ruta enseguida. Los primeros 70 kilómetros fueron por carreteras asfaltadas. Entonces llegamos a la entrada del parque, donde recogimos a un campesino que iba en la misma dirección, y se acabó el asfalto.
El coche pegaba salto tras salto en una carretera que deja las famosas carreteras “F” de Islandia a la altura de autovías, y cuando estábamos bote que te bote, el campesino nos informa de que esta carretera es “la nueva”, y que la otra era más “fea”. Vamos, como para ir en tanqueta.
Por fin llegamos al parque y sin pensarlo mucho compramos entrada y nos aventuramos. Nos informaron de que eran 7 kilómetros (3,5 de ida y 3,5 de vuelta) que se hacían en unas 4 horas. Nos pareció mucho tiempo para 7 kilómetros, pero pronto descubrimos que era una estimación optimista.
El camino era durísimo, con cuestas empinadas, barro hasta los tobillos, escalones enormes…todo muy húmedo y resbaladizo.
Nos avisaron de que la bajada a la cascada era “meio peligrosa”. Si llega a ser del todo peligrosa sería un acantilado. Sandra se quedó con el enano a medio camino (si las abuelas ven el medio camino que bajamos nos matan), y Sebas fue con la cámara a sacar estas fotos que estáis viendo. No tuvimos valor de bajar con el enano los dos.
El lugar era de postal, tan idílico que parecía artificial. Uno de esos lugares que se mantienen intactos por su inaccesibilidad.
Seguimos avanzando metro a metro. No podíamos parar demasiado a ver los detalles de la jungla. Teníamos un objetivo: las aguas termales y el rio celeste. En varias ocasiones estuvimos a punto de abandonar, porque el calor era asfixiante y el enano (que fue todo el tiempo en brazos de su padre) pesaba cada vez más.
Por fin llegamos al rio celeste, y sentimos recompensado (en parte) nuestro esfuerzo. La imagen de la hierba bajo esas aguas era fantasmagórica.
Seguimos adentrándonos en la jungla, y cada persona que nos cruzábamos nos miraba con cara de sorpresa (por el enano, claro). Él se lo pasaba teta observando el entorno y tocando el musgo.
Pasamos 3 puentes colgantes, cada uno más minimalista que el anterior. El primero era clavadito a las pelis de Indiana Jones. Las tablas se movían y chirriaban como en la peli. Nos sentíamos como en Port Aventura, pero sin barreras de seguridad.
Llegamos a un lago con agua en ebullición…nos daba pistas de que las termales no podían estar lejos.
Por fin, cuando ya no podíamos más, encontramos las aguas termales.
Es una construcción natural. Alguien encontró una fuente de agua caliente cerca del río, y construyó un pequeño dique que deja pasar un poco de agua fría y agua caliente, de modo que las dos fuentes de agua se compensan.
El resultado no es una piscina de agua tibia. No funciona como un solo grifo, sino como 2 grifos separados. Dentro hay corrientes calientes, tibias y heladas en constante movimiento. Te puedes quedar quieto en un sitio y tendrás los pies helados, la barriga tibia y los hombros muy calentitos…y de repente todo cambia y sientes diferentes temperaturas en diferentes partes del cuerpo.
Estuvimos moviendo al enano por la superficie para que no se expusiera nunca a temperaturas muy altas o bajas, y la verdad es que se lo pasó genial (como en cualquier piscina).
Por eso era importante llegar a las aguas termales: para que los 3 disfrutásemos del día. Esa es nuestra nueva norma: o lo pasamos bien los 3, o lo pasa bien el enano. Si no se cumple alguna de estas dos condiciones, no lo hacemos.
La vuelta fue larguísima. Hugo se durmió en los brazos destrozados de su padre, que lo aguantó así hasta el coche. Lo que tuvimos que hacer para mantenerlo dormido mientras avanzábamos a toda leche para que no nos pillara la noche, la lluvia y la niebla por la selva, os lo podéis imaginar (nos pilló un poco de lluvia y niebla, pero no la noche)
Nos fuimos con la satisfacción de haber conquistado “la cima”, y disfrutamos de un atardecer realmente bonito entre palmeras.
El día no acaba ahí! Nos dolía cada hueso y músculo, pero teníamos que buscar hotel para pasar esa noche! Eran las 18:30 y llegábamos a Liberia de nuevo.
Pasamos por varios, pero ninguno nos pareció bueno para el enano. Por fin encontramos “Boyeros”, un hotel bastante grande con piscina, jardines, habitaciones grandes y silenciosas. Todo lo que el enano quiere.
Dormimos como angelitos.
NOTA: Ningún niño resultó dañado durante la redacción de este post. Abuelas, no nos maten.
Uala! Estáis de nuevo de viaje! No lo sabía! Tendré que ponerme al día. Me encanta vuestro blog.
Que vaya bien el viaje!
Realmente los tienen cuadrados! Estoy pensando seriamente la posibilidad de pedir la custodia de Hugo cuando vuelvan. Ese niño es a prueba de bombas
Un beso
PD A que hora llegan el viernes y quién los va a buscar?