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A la hora de escoger un país para ir de vacaciones con nuestro enano, nos pusimos a barajar los diferentes destinos. No queríamos ir a países donde son obligatorias o recomendables ciertas vacunas, aún son muy pequeños. No queríamos países donde los mosquitos fuesen más grandes que ellos (vamos con Fani, Jordi y el bebé David), o donde la comida fuese demasiado exótica, ya que estamos en la época de los purés. Deseábamos un país fácil de recorrer con bebés, con ciertas comodidades, y que nos pudiese ofrecer bonitos paisajes. Así escogimos Islandia.
Encargamos los billetes, alquilamos una furgoneta para nuestra ruta y finalmente llegó el día.
Hay que destacar algunas cosillas sobre los preparativos: hacer la maleta con un bebé no es nada fácil, puedes caer en la tentación de excederte en el equipaje para cubrir todos los “por si”. Incluso haciendo economía de equipaje nos dirigimos al aeropuerto con unos cuantos bultos.
El vuelo salía a las 00.30, que ya es una hora intempestiva para un bebé, aún así, David y Hugo aguantaron el tipo. Al llegar al mostrador de facturación empezó la odisea, y es que Hugo no les aparecía en el plan de vuelo, aunque nosotros teníamos su billete electrónico. Después de algunas llamadas forzaron, así es como lo llamaron, su aparición en el vuelo. No se para que tanto circo, si al fin y al cabo, no utiliza ningún asiento.
Volábamos con Iceland Express. Llegamos al avión y tuvimos que esperar sentados alrededor de 45 minutos hasta el despegue, en ese rato no se les ocurrió poner el aire, con lo que nos asábamos como pollos y los niños empezaron a irritarse. En ese rato de espera el piloto habló para decir estas perlas, más o menos:
Habrá que esperar antes del despegue debido al tráfico, pero como sois españoles ya estáis acostumbrados
No pensamos pedir disculpas por el retraso porque ha sido un problema del tráfico aéreo español
Son un poco rudos estos islandeses.
Después de 4 horas y media de vuelo, en ventana (lo odio), con el niño dormido encima, sin poder moverte y con un triste vaso de agua gratis en todo el vuelo, llegamos a las 3 de la mañana a Keflavik (5 am hora española).
Cogimos un taxi directamente hasta el hostal: Fit hostel, donde la habitación es la mínima expresión pero los lavabos y duchas están muy limpios. Morimos.
Hoy nos hemos levantado a desayunar (6 euros por cabeza) y hemos salido a dar una vuelta por el pueblo y a comprar al súper. Después de tan sólo dos horas, hemos vuelto a casa, el aire es infernal, sopla fuerte y en todas direcciones, es imposible avanzar con el carrito. Así que después de comer estamos descansando en el hostal calentitos mientras oímos como sopla y todo vuela afuera. Mañana nos dirigiremos a Reykjavik, pero hasta el lunes no empieza nuestra gran aventura.