De Skogar a Hvoll

Esta entrada pertenece a la serie Islandia
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Por fin, después de un día y medio encerrados en el hostal de Skogar, por la lluvia y el pinchazo, pudimos salir a ver la cascada, Skogarfoss. Antes de describir la belleza del lugar y que nos costaba apreciar durante la rayada os describimos un poquito el lugar. Skogar tiene tan solo 20 habitantes, y según parece están todos sirviendo en el único bar-restaurante-badulaque del lugar.

Como restaurante deja que desear, pues solo sirven sandwiches y hamburguesas, como bar está regulero y como badulaque tienen una gran cantidad y variedad de galletas pero ningún artículo de primera necesidad. Por lo tanto, hubo que pasar por el aro y comer esas delicias.

La pesadilla terminó, y por fin salíamos del hostal. Skogarfoss está a pocos metros andando del hostal, de hecho, desde las habitaciones teníamos vistas perfectas de la cascada.

No sabríamos como transmitir la belleza del lugar, ni la fuerza del agua, ni la harmonía de los elementos. El verde de las montañas, la arena negra volcánica, el ruido del agua, simplemente hermoso.

Después de subir los 381 escalones a la cima y admirar la cascada desde el nacimiento, nos sentimos satisfechos.

Nadie nos podía para en nuestra flamante furgonetas, por lo que después de Skogarfoss deshicimos camino  hasta Seljalandfoss, otra catarata por la que podíamos caminar por detrás de ella. Sólo Sebas se atrevió, Jordi ya acabó mojado en la cascada anterior, y Fani y Sandra llevaban a los niños.

Emprendimos la marcha rumbo a Hvoll, el camino es impresionante pero no es factible parar a cada momento para hacer fotos, aunque eso es lo que nos apetecía a todos.

Después de un rato de conducción llegamos a Vik. Comimos aquí y cambiamos algo de dinero. Con el estómago calentito nos fuimos a la playa de Vik, impresionante, de arenas negras. Nosotros no habíamos estado en playas de arenas negras (y eso que las tenemos en España), lo que hacía que esta playa fuese especial es que se podía ver a lo lejos unas formaciones rocosas como dedos huesudos, Reynisdrangur.

Aprovechamos para ir al faro de Dyrholaey, y poner a prueba nuestra furgoneta por un camino sin asfaltar para hacer una foto a uno de los lugares más emblemáticos de Islandia. Allí pudimos ver frailecillos y admirar la fuerza del agua.

Nos pusimos de nuevo rumbo a nuestro hostal donde el camino bien merecía la pena, pero llegábamos tarde y no pudimos parar en el camino a hacer más fotos.

Hay que decir que Hvoll no es un pueblo, simplemente es el nombre del hostal, por lo que nos pasamos la salida. Por fin la encontramos y después de pasar por un camino de piedra llegamos a nuestro destino.

Era tarde, y entre duchas de niños, papillas , acostarlos, hacer nuestra cena y relajarnos era casi la una de la madrugada.

Es muy cansado, no sólo para nosotros, suponemos que también para ellos, pero con tanta excitación caen rendidos por la noche.

Mañana será otro día, pero este ha sido genial.

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