Wadi Rum

Esta entrada pertenece a la serie Jordania
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Hemos contratado los servicios de un conductor con jeep para hacer una mini incursión y conocer el desierto de Wadi Rum.

Salimos puntuales y después de arreglar un pequeño problemilla con el jeep enfilamos hacia el desierto. Paramos un par de ocasiones para contemplar unas espectaculares vistas de Petra desde las alturas.P1110212

Nuestro conductor, llamado Youseff resultó ser una caña. Compró pan beduino recién hecho, una maravilla. Nos contaba cosas interesantes sobre Jordania, la vida de los beduinos y nos enseñaba algunas frases sencillas en árabe.

Lo siguiente fue dejar que Sebas llevase el 4×4 un rato, por la zona “fácil” del desierto. No se le dio nada mal, según el guía fue el primer turista que superó un tramo difícil. Nos preguntó si habíamos conducido antes en el desierto.

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Una de las paradas fue en un auténtico poblado beduino. Entramos en su tienda que está separada en una zona exclusiva para hombres, otra para mujeres, otra para cocinar  y una para invitados. Nos dieron de beber te beduino, dulce y reconfortante. Sandra está resfriada y le sentaron de maravilla bien calentitos. Cada vez que se vaciaba el vaso lo volvían a llenar.

A Sandra la llevaron a la zona de mujeres mientras Sebas se quedaba hablando del sistema judicial beduino con Youseff y el jefe de la familia beduina.

Al cabo de un rato Sandra volvió a la tienda principal vestida como una mujer beduina. La verdad es que la ropa era muy cómoda.

El jefe nos tocó un instrumento parecido a un violín rudimentario, del que no sabemos el nombre, pero que parecía fácil tocar. Cuando nos tocó el turno a nosotros un poco más y logramos que llueva en el desierto que hace un año no ve una gota de agua.

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Agradecidos y con un aportación voluntaria de 4 JD nos fuimos contentos como unas pascuas.

El desierto está atravesado por la mitad por la carretera principal que une Aqaba con Ammán. Pasando de una mitad a la otra paramos para tomar un café turco en un chiringuito y Youseff nos acabó contando la historia de su familia y de sus 6 hijos fallecidos (se había casado con su prima) pero con un tono de esperanza y sin el menor ánimo de deprimirnos.

Al acabar deshinchamos un poco las ruedas para adentrarnos en otra parte de Wadi Rum, sus dunas. La verdad que fue divertido, botando con la música jordana a toda pastilla, Youseff agitando las manos y el enorme desierto ante nosotros que iba descubriendo sus muchos colores. Desde el marrón, al amarillo, al blanco y al rojo. Espectacular.

 

 

 

Llegó la hora de comer, y mientras paseamos nos preparó un pollo al estilo beduino (a la parrilla sólo con sal y limón ) que estaba de muerte. Lo acompañamos con tomate, pepinos, pimientos, hummus, yogurt y por supuesto pan. Nos dimos un banquete sublime con té de colofón.

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Ya con el estómago lleno nos dirigimos a la caza del atardecer. Visitamos el “puente pequeño” y el “champiñón” y pudimos ver el atardecer desde un sitio privilegiado con Youseff y el pañuelo jordano coronando la cabeza de Sebas.

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Hemos vuelto al hostal después de un día lleno de experiencias. Estamos contentos y sentimos que le vamos a dedicar un tiempo pequeño e injusto a un país como este y a su gente.

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