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En nuestro último día en Dahab (y el de la despedida de Fani y Jordi) decidimos hacer algo diferente (ya estamos arrugados de inmersiones, y ellos no pueden hacerlas 24 horas antes de tomar un avión). Después de saber que el Monasterio de Santa Caterina (construido donde se supone que Moisés vio el arbusto en llamas parlante) cerraba los domingos, la opción más interesante era el Colored Canyon (Cañón “Coloreado”).
Nos recogieron a las 08:30 en el hotel con un 4×4. El conductor y el guía eran beduinos, pero no nos dijeron ni palabra (ni siquiera el guía). Suponemos que el gobierno obliga a las agencias a contratar a los beduinos y por eso no ponen demasiado esfuerzo como guías. Lo cierto es que eso nos dejó disfrutar más del paseo por nuestra cuenta.
El tour se organizaba en 4 puntos:
1. Colored Canyon: El que se suele visitar estaba cerrado (no hay carreteras, sino dunas por las que el 4×4 sube y baja, y en algún punto el acceso estaba bloqueado), así que fuimos a uno un poco más corto, pero igual de bonito. Caminamos una media hora dentro del cañón y el coche nos esperaba a la salida.
2. Mushroom Rock (La piedra “seta”). Es una piedra muy peculiar, fruto de una erosión continuada sobre diferentes densidades de roca. La verdad es que hay tantas y tantas formaciones rocosas espectaculares que no tiene mucho sentido darle tanto protagonismo a una sola, pero algo hay que poner en los folletos turísticos. Aquí empezamos a encontrar los primero beduinos (mujeres) vendiendo collares y otras baratijas.
3. Oasis: La comida nos la prepararon los beduinos que residen en uno de los oasis del desierto (en la península del Sinaí hay unos cuantos). Pasamos allí un rato, comprando pulseritas y collares a los beduinos y dando vueltas por el oasis. Todo se lo deben al pequeño pozo de agua al que conectan decenas de mangueras que distribuyen el agua para el consumo humano y para el riego. Su dieta es sobretodo vegetal (lo que pueden cultivar) y no vimos rastro de gallinas, cabras u otros animales.
4. The White Canyon (El cañón blanco). Recibe este nombre porque la acción del viento sobre la arena la vuelve blanca en algunas partes del camino. La piedra es de color claro, y las formaciones de roca espectaculares. El paseo empieza con una ascensión hasta la cima del cañón, desde el que puede observar todo el conjunto. Allá arriba puedes estirar los brazos y sentir el viento en la cara, te sientes el rey del mundo.
Ha sido un broche de oro para los días en Dahab. La península del Sinaí tiene muchos tesoros escondidos (el nivel de turismo es alto, pero no tanto como para estropearlo de momento) y la gente es estupenda (honesta, amable y tranquila). De haberlo sabido habríamos reducido los días en El Cairo para pasar 2 más aquí.
Esta noche nos despedimos de nuestros compañeros de viaje. Les deseamos un regreso tranquilo y que no olviden pronto todo lo que hemos vivido estas 2 semanas.
Nos vemos en los bares!