Cairo desde las Alturas

Esta entrada pertenece a la serie Egipto
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Empezamos nuestro circuito de turista autodidacta, espoleados por las ganas de conocer todo lo que valiese la pena del Cairo y dispuestos a jugarnos la vida (literalmente) en cada cruce.

El primer punto del día era la Ciudadela (Citadel) construida por Saladino en el siglo XII. Además de incluir 2 mezquitas (una de ellas con cúpula plateada), la ciudadela ofrece unas vistas completas del Cairo desde las alturas.

El taxista que nos dejó en la puerta tuvo que pagar su “colaboración” con la policía, algo que desgraciadamente nos tocará ver muy a menudo en Egipto.

En la entrada empezó el regateo. A diferencia de los que vienen en autobuses, nosotros pudimos desviarnos 20 metros de la entrada principal y comprar  2 botellas de agua por 15 libras egipcias (lo normal habrían sido 6). A los pobres desgraciados que venían en el tour, no les dieron opción…una vez atrapados ahí dentro las latas de cocacola iban a 30 libras!

Entramos con nuestros carnets de estudiantes falsos (hechos en Bangkok hace un año) por la mitad de precio y empezamos a sacar fotos como buenos guiris.

No es la primera vez que hemos visto una mezquita, y en esta el techo era especialmente interesante (por un color verde-azulado que no hemos visto en otras). La visita en general estuvo bien, pero lo mejor fueron las vistas de la ciudad.

En la panorámica se podían apreciar los enromes contrastes de la ciudad, que ha ido creciendo desordenadamente según circunstancias muy particulares. Bloques de edificios blancos se alzaban en manojos entre construcciones más antiguas y polutas. Ruinas de la ciudadela se fundían con barrios pobres, y las mezquitas salpicaban barrios ricos y pobres por igual, como si crecieran en cualquier hueco que la ciudad dejara.

Las impresiones que nos llevamos de estas vistas cuadró (días después) con lo que nos tocó ver y caminar por el Cairo. Sin ir más lejos, rodeando la ciudadela, entramos en una calle donde muy pocos turistas se ha visto (las miradas clavadas en la nuca de todos los locales así nos lo sugirió), donde acabamos comprando unos bollos de pan para matar el hambre. Al final comimos en un bar de la zona, con otros locales, mientras infinitos versos coránicos le daban a todo un aire satánico-árabe muy curioso (esos versos los emitía una televisión de plasma de 42”, con un cartel de “24 Hours Open” de neon encima)

De ahí a Ibn Tulum, la mezquita más grande del Cairo (y por su tranquilidad la que más nos ha gustado). Estábamos prácticamente solos.

Al salir tuvimos otro encuentro con la policía local y sus costumbres. Varias personas (civiles), persiguieron a un chaval de unos 25 años. Suponemos que habría robado algo. Lo engancharon 50 metros más adelante, y lo traían agarrado entre dos. Uno de los dos le iba dando puñetazos mientras lo traía hacia los policías, uno de los cuales se percató de nuestra presencia.

Enseguida empezó a hacer señas hacia nosotros y a gritar “No, no” (es decir, “No ahora, que te ven los guiris!”. Nos echaron de ahí muy convincentemente, y sólo nos quedó suponer la que le iba a caer al pobre desgraciado.

Sentimos asco, mucho asco al ver a todos los policías trabajando para crear el linchamiento perfecto lejos de los ojos de los turistas. Esto no es democracia ni nada parecido. Es un estado policial donde se alimenta un cuerpo de policía gigantesco para mantener a la población atemorizada y en su sitio. Los musulmanes aún no han encontrado la fórmula para conjugar religión y democracia sin tener pistolas a mano (lo mismo vimos en Turquía).

Acabamos el día elevándonos aún más, para ver el Cairo de noche desde lo alto de la Cairo Tower. La verdad es que la ciudad es más bonita de noche, cuando las fachadas polvorientas no se ven y los coches, además de hacer un ruido infernal, te regalan con cientos y cientos de luces rojas haciendo obediente caravana en cada autopista.

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