Al día siguiente estábamos preparados para comernos la ciudad. Después de un desayuno liviano nos fuimos a Central Park.
Central Park es el parque y pulmón de la ciudad, enorme, antes gozaba de mala fama por eso de que se encontraban cadáveres, yonquis y todas esas cosas de sobras conocidas por las películas. Ahora la concesión la tiene una empresa privada y el parque es mucho más seguro.
Nos tocó un día soleado, ideal para el paseo y todo el mundo aprovechó para salir a correr o hacer un poco de gimnasia.
Entramos por la calle 96 y nos pateamos todo el parque hacia Midtown a la altura de la calle 59, una pateada de cuidado. Dentro de Central Park hay un zoológico, un campo de béisbol, unas canchas de tenis, museos y lagos. No es un parque pateable para un ratito. Pero nosotros lo hicimos con un par.
Vimos los preparativos de la Maratón de New York para el día siguiente, había ambiente. Cogimos la calle Broadway a la altura de la 59 y empezamos a caminar en dirección a Times Square. Allí estábamos en medio de todo el mogollón, de las luces, los carteles gigantes, las limusinas, las tiendas pijas…neón para regalar, pero todavía apagado.
Caminando caminando llegamos al Empire State, ese edificio donde se sube King Kong y se tiran los suicidas. Decidimos no subir, en parte porque era fin de semana (y estaría hasta los topes) y en parte porque teníamos otro edificio enorme en mente (el Rockefeller Plaza)
Os suenan todos estos nombres? A nosotros también. Sentimos que hemos estado aquí antes, que conocemos los lugares y a la gente. La tele nos tiene acostumbrados a todo esto.
Por último, fuimos al supermercado a hacer la compra…y salimos con la cesta vacía. Aquí hacerte la comida es más caro que comerla fuera (si lo que te quieres cocinar es fresco o verdura). La comida basura (congelados, fritos, artificiales) es barata y los brócolis por las nubes. Así va el mundo.