Estábamos emocionados por dejar Asia, llevamos mucho tiempo por estos lares a excepción del paréntesis en Nueva Zelanda y Australia. Apetecía cambiar.
El 3 de septiembre cogimos el avión con Air Canada a las 16 horas de la tarde en Seúl. El vuelo fue agradable, con muchas películas a escoger, estuvimos tan entretenidos que no dormimos en las diez horas que duró el vuelo.
En el avión eran todo coreanos y unos 10 occidentales como mucho. Durante el vuelo, que TODO el mundo sabe que es de NO fumadores, algunos coreanos se iban a fumar en el lavabo. La tripulación hizo una advertencia sutil sobre el tema. Pero ante la repetición de semejantes individuos, el capitán tuvo que anunciar públicamente que fumar iba en contra de la ley canadiense y la/s personas/s en cuestión serían detenidas y puestas bajo arresto al llegar al aeropuerto.
A partir de ahí como la seda, las personas sólo funcionan con el palo y no con la zanahoria. Para nosotros el vuelo fue tranquilo, pero no para los y las azafatas que iban de culo, porque al parecer los coreanos y un equipo de petanca incluídos no se habían montado en su vida en una avión. Digno de ver.
Al acercarnos a Canadá pudimos ver las montañas de Alaska, la nieve se confundía con las nubes, era un espectáculo precioso.
Llegamos a Vancouver a las 10 de la mañana del día 3 de septiembre, uis … repetimos. La diferencia horaria entre Corea y Vancouver es de unas 16 horas, casi nada.
Estábamos hechos polvo por lo que fuimos directos en busca de un hostal. Los hostales en Vancouver tienen la peculiaridad de que son caros y malos. Acabamos en uno barato, American Backpackers, no tenía desperdicio. Nos costó unos 35 dólares una habitación doble. El negocio lo lleva un italiano desde hace 23 años. Los precios no han subido desde la inauguración y claro tampoco se han hecho reformas, de ningún tipo. El resultado es un edificio viejo, viejo , viejo y no muy limpio. Todo el conjunto peculiar.
Vincent, el dueño, nos dijo que no acostumbraba a tener gente tan mayor como nosotros, la leche. Y por la noche vimos el panorama. La cama hacía mucho ruido y era imposible no rodar hacia el centro . No podías tirar de la cadena del lavabo si alguien se estaba duchando. Había una habitación del sexo, literalmente, y tiempo atrás habían tenido una meretriz.
Por la mañana Vincent avisaba de que había que irse del hostal con ópera a toda pastilla. Personalidad no le faltaba al lugar.
Al día siguiente salimos pitando de allí. Nos fuimos a Chinatown, siempre suelen se las cosas más baratas, y además seguíamos estando en el centro de la ciudad. Encontramos el Pender Lodge, una habitación doble muy decente y sencilla con TV y nevera por 35 dólares, habíamos mejorado un montón.
Llegó el momento de salir, y pese a que Vancouver tiene algunas zonas bonitas, con edificios modernos y grandes parques y demás, tiene un problema enorme y desconocido para nosotros con las drogas.
Los parques céntricos y alrededor de Chinatown al atardecer parecen el amanecer de los muertos vivientes. Hay decenas de yonquis adictos al crack andando por las calles, vendiendo lo que han podido agenciarse, gente realmente hecha polvo y muy, muy enferma. Todo eso al ladito de la calle más cool de Vancouver.
Nunca nos han gustado las grandes ciudades, pero nunca habíamos visto nada semejante, suponemos que en USA debe ser todavía peor.
Mañana nos vamos de aquí, tenemos vuelo a Cancún y hotelito en la playa. Con suerte bucearemos un poco y nos pondremos morenitos. Y ya hemos comprobado que el huracán pasó por Cancún hace una semana.
Todo en calma.
P.D: al final se jodió la batería y el cargador del portátil, suerte que en Chinatown se encuentra de todo.