- Las ruinas de Copán y Pablo Rivera López
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En Copán no hay gran cosa que hacer después de las ruinas (algunos paseos a caballo que Sandra no puede hacer por la espalda y una piscina de aguas termales es toda la oferta) así que decidimos ir a La Ceiba, pasar allí un par de días y luego ir a Utila a hacer submarinismo.
El problema es que el 27 de septiembre era el cumpleaños de Sandra (gracias a todos los que nos habéis escrito!) y no queríamos pasarlo en un autobús, así que tiramos la casa por la ventana y pagamos una noche de hotel pijo (Hotel Boutique como les dicen ahora) con todas las comodidades. El hotel se llama Yatbalam y nos costó 60 USD (unos 45 euros) la noche.
Pasamos todo el día tumbados viendo películas y perreando en la fantástica habitación hasta la hora de cenar. También tiramos manteca al techo y nos fuimos a cenar con copas de vino y todo…quién nos ha visto y quién nos ve!
Antes de la cena escuchamos unos tambores y xilófonos (pensé que nunca en la vida utilizaría esta palabra fuera del scatergoris) delante del hotel. Salimos cámara en mano y duró poco. Por lo visto los colegios de secundaria hacen estas cosas para el día de la independencia, y los que no pueden hacerlo el 15 lo hacen cuando pueden en septiembre.
Al día siguiente tomamos un autobús de primera (aquí no se lleva lo de furgoneta infernal y los autobuses públicos son atracados a menudo) hasta La Ceiba.
La Ceiba es la tercera ciudad más grande de Honduras (después de San Pedro de Sua y Tegucigalpa). Os podéis imaginar lo que es una ciudad grande en un país como este: inseguridad, pobreza, suciedad…deprimente. Cuando un país está mal socialmente el primer lugar donde se muestra es en las ciudades más grandes.
Nos fuimos a un hotel barato (barato barato) en el que vimos la cucaracha más grande de nuestras vidas mientras nos enseñaban la habitación de ventilador. Elegimos la de aire acondicionado, sin inmutarnos por la presencia de tan gran insecto (ya estamos hechos a todo).
El ambiente era como de peli de Harry el sucio cuando se mete en el Bronx. Paredes desconchadas, familias viviendo en el hotel (con bebés en pañales por los pasillos), etc.
Fuera la cosa no pintaba mejor. Eran las 18:00 y estaba todo cerrado y oscuro. El del hotel nos recomendó que a las 22:00 estuviésemos dentro…por lo que a las 18:30 compramos nuestra Pizza Hut y nos encerramos en la habitación.
A la mañana siguiente otra cucaracha (la que se encontró Sandra en la pica cuando iba a lavarse la cara) selló nuestro destino: nos vamos pitando a Utila.
En 10 minutos habíamos hecho las mochilas y estábamos en el Taxi para coger el barco de las 09:30.
Llegamos por los pelos. Un pastón en el barco y en una hora estábamos en Utila siendo acribillados por los vendedores de cursos de submarinismo (aquí se viene a eso) y los mosquitos.
De los primeros nos libramos, de los segundos no.
Al final encontramos a un peruano-inglés que nos convenció (con buenas artes) de hablar con una tal Adam. El tipo tiene muchos años de experiencia (se le nota) y lo tenemos para nosotros solos. Cuesta 2,5 dólares más por inmersión que los otros, pero a cambio podemos ir a la hora que nos dé la gana (no a las 07:00 am!) y nos lava el equipo cuando acabemos, más otras cortesías (a lo mejor se lleva su cámara y podemos tener fotos!)
El alojamiento nos costó un poco de encontrar, pero finalmente tenemos agua caliente, ventiladores y una bonita habitación con estas vistas por 9 dólares la noche (Adam nos subvenciona 6 dólares en los días que buceemos).