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Otra vez por nuestra cuenta nos fuimos a Chichen Itzá. Como hacía poco lo han declarado una de las 7 nuevas maravillas del mundo, pensamos que estaría lleno de gente pero tuvimos una agradable sorpresa.
Al llegar allí contratamos un guía para nosotros solitos, que nos explicó un montón de cosas y nos hizo el paseo muy agradable. Vamos a intentar hacer un resumen de este lugar tan espectacular.
El primer edificio y el que todo el mundo ha visto en la foto es «El castillo» o «Templo Kukulcán». Fue construído entre los años 300 y 450 d.C. El Castillo es una edificación de treinta metros de altura que está coronada con un templo en la parte superior que tiene las tallas en piedra del dios de la lluvia, Chac y del dios serpiente Kukulkán. En el interior se encuentra una la escultura de un Chac Mool y un trono en forma de jaguar pintado de rojo. Supimos que algún turista hijo de la chingada (como dirían acá) robó hace años uno de los ojos de Chac Mool. Ahora por eso te caen unos 15 años de carcel mínimo…aunque a aquel desgraciado no lo pillaron (la vigilancia es de risa incluso hoy en día)
La pirámide es la representación del calendario de los mayas: cada escalón es un día del año, y dado que cada lado tiene 91 escalones, multiplicados por cuatro dan un total de 364 más uno, representado por la plataforma, son los 365 días del año solar.
Lo más interesante del templo, sin embargo, es su ubicación. Se ubicó y construyó de tal manera que el sol proyecta unas sombras especiales en los 2 solsticios. En esos días aparece la «serpiente emplumada» en los laterales del templo (un juego de sombras) y significa el inicio (primavera) y fin (invierno) de la temporada de cosecha. Un ejemplo perfecto de cómo se sometían pueblos enteros con el dominio de la información (astronomía convertida en magia).
Lo más curioso es que en esos dos días, el monumento sigue llenándose de «místicos» y «esotéricos» que quieren recibir la «energía positiva» del momento. A los pobres mayas se les perdona la ignorancia…pero a estos, en la era de Internet, es para tirarlos al pozo de los sacrificios (sí, también tenían uno).
De ahí nos fuimos a la versión maya del Camp Nou. El «Juego de Pelota» de Chichen Itzá es el más grande de Mesoamérica y está bastante bien conservado. Las reglas del juego eran estas:
- Jugaban 7 jugadores por cada equipo, con un capitán.
- La pelota no podía pararse nunca (para ellos era como parar el movimiento del sol) y por lo tanto no podía caer al suelo (cuando pasaba, un sacerdote bajaba al campo a levantarla)
- La pelota pesaba unos 3 kilos, con lo que patearla o darle con la cabeza no era muy deseable. Les quedaban las rodillas, los codos, los hombros que llevaban protegidos.
- Cuando un equipo marcaba un tanto por el aro (sólo un cm más grande que la pelota) se acababa el partido. Esto podía durar horas o días (se marcaba en el campo la posición de cada jugador, se iban a descansar, y volvían al día siguiente)
- Aún no queda claro si era el capitán perdedor o el ganador (porque era un honor), pero uno de los dos era decapitado. Creían que su sangre sagrada fertilizaba la tierra y daba más frutos, mejores cosechas.
Lo cierto es que sólo los mejores guerreros eran seleccionados para jugar y representar a las divinidades dentro del campo. Las grandes plataformas que rodean el lugar estaban destinadas para que la clase gobernante y los sacerdotes pudieran presenciar el desarrollo del juego (como siempre, estos nunca pringan).
De ahí nos fuimos al «Templo de las Calaveras» donde se hacían sacrificios humanos. Según nos comentó el guía, los mayas no hacían sacrificios humanos, pero el contacto con la cultura tolteca (proviniente del norte y al que sí le iba la sangre) hizo que se acabaran fusionando, y al final hubo un domino tolteca sobre el maya.
Pasamos por el «Grupo de las 1000 columnas», que en realidad eran unas 600 y entramos y salimos del periodo postclásico para entrar en el clásico (el año que viene abrirán el preclásico)
El clásico es mucho más sencillo y menos ornamentado. Aquí vimos el «Observatorio» o «El caracol». Fue llamado así por los conquistadores españoles debido a su característica escalera en forma de espiral. En realidad era un observatorio astronómico y es uno de los edificios más importantes del lugar ya que en él se fusionan los estilos arquitectónicos de mayas y toltecas, así como la imaginería religiosa.
Una cosa que nos llamó la atención es que para los mayas, ser estrábico era perfecto para ser astrónomo. Los niños «pobres» que nacían estrábicos eran automáticamente «promocionados» a astrónomos. Los hijos de los astrónomos (que habían heredado ese estatus) eran «convertidos» a estrábicos mediante una técnica sencilla: se les ataba una piedrecita de jade entre los ojos hasta que tenían 13 años. El niño pasaba horas y horas mirando la piedra y acababa estrábico. Para ellos era bello y práctico.
Finalmente «El convento». en realidad se trata de un palacio que albergaba a la realeza maya, a los españoles les evocó las construcciones de los conventos europeos; de allí el nombre. En el anexo del edificio se encuentran unos frescos que retratan al cangrejo, el armadillo, el caracol y la tortuga, animales sagrados para los mayas que sostenían el cielo.
La visita fue muy instructiva y muy tranquila. La pega es que todo allí es mucho más caro, el agua, la comida, todo. Aún así ha merecido la pena. Por último se dice que los mayas abandonaron la ciudad, pero que no desaparecieron.
De hecho, dentro del recinto hay indígenas vendiendo souvenirs por precios ridículos, que hablan maya y que son muy chaparritos. Hoy en día se sigue hablando maya, y en Mérida en todos los monumentos los carteles están en Español, Inglés y Maya.
Un poquito de historia de vez en cuando no nos viene mal. En este caso se trató de otra versión más de «cómo los sacerdotes usan la información para atemorizar y controlar al pueblo»…algo muy actual.