Después de cuatro horas y media llegamos a Seoul. La verdad es que tardamos una hora desde que entramos a Seoul y llegamos a la terminal de autobuses. Durante esa hora no dejamos de ver edificios gigantes, como colmenas y un tráfico desesperante. No viviríamos aquí por nada del mundo, fue lo primero que pensamos.
Por fin llegamos a la terminal y descubrimos la «amabilidad»coreana sin destilar. Sandra tuvo que ir al lavabo, en la cola una señora no hacía más que empujar a otra extranjera para que pasase. La guiri esperó paciente su turno y la señora coreana en ese momento se coló. Cuando tocó el turno a Sandra y la guiri, las señoras coreanas las atropellaron, pero ellas supieron imponerse y entrar en el lavabo. Al salir del lavabo Sandra tenía una coreana metiéndonse literalmente en el lavabo mientras ella estaba aún dentro. A estas alturas y habiendo perdido la paciencia, Sandra la sacó cagando del lavabo.
Para ser la primera experiencia no estaba mal. Los viejos coreanos son detestables. Empujan sin razón, te miran con asco y huelen fatal, absolutamente todos.
La segunda experiencia fue en el metro. El metro de Seoul es algo complicado y nos paramos dejando la mochila de mano encima de una caja de madera para revisar el mapa del metro. Sale una vieja, a la que al parecer le pertenece la caja de mierda esa y empuja a Sandra, tocándole el brazo con insistencia y sin permiso. Menos mal que la vieja no entendía español porque la pusimos bonita y cagándonos en sus muertos pateos y en los muertos pateaos de todos los viejos coreanos encontramos nuestro lugar en el metro.
Lo de sentarse en el metro es algo divertido aquí. Es como el juego de las sillas, con una diferencia: los jugadores no lo hacen para divertirse. Los viejos corren, empujan y se tiran (literalmente) sobre los asientos. Al principio es divertido (por lo patético), pero enseguida se le coge asco a esa panda de viejos coreanos malolientes y maleducados. Los jóvenes parecen ser de otra dimensión: educados, silenciosos, limpios…
Después de una hora y media llegamos al hostal, su búsqueda fue una odisea pero lo encontramos. Un remanso de paz, limpio y muy moderno.