Take it easy (tómalo con calma)

Esta entrada pertenece a la serie Nueva Zelanda
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Salimos de los glaciares hacia el sur rumbo a Queenstown.

Vamos a explicarlo de forma simple: hemos alquilado un coche literalmente enano. Las mochilas no caben en el maletero porque ahí ponemos la comida, el motor es 1.3 y las carreteras de Nueva Zelanda son un poco tortuosas, pero su límite es 100 Km por hora. A veces en 10 metros te hacen reducir de 100 a 30 km/hora, son así de majetes y no hay un puto poli en la carretera nunca….

Excepto cuando venimos nosotros. Un poli muy majo nos puso la segunda multa por exceso de velocidad…íbamos a 110 en vez de a 100, así que tenemos 80 dólares más de deuda con los kiwis. A este paso no vamos  a poder volver al país en la vida.

Pese al rallote que supuso acumular papelillos de la policia, llegamos a Queenstown. El paisaje como siempre merece la pena, incluso nos permitimos un pequeño picnic – pequeño no por la comida que tenemos en cantidad, sino por el tiempo, porque no hace falta ser médico para saber que si se te duermen los dedos de las manos es que hace frío y te tienes que ir.

Queenstown es un pueblo pequeño que vive del esquí y el turismo. Siguiendo la filosofía de «estamos en temporada baja, no hace falta reservar» nos fuimos al primer hostal que nos gustó. Lleno.

Mira por donde ese día se inauguraba el festival de invierno , y empezaban las vacaciones de los kiwis y de los australianos. El pueblo estaba como una plaza de toros….22,22,22.

De pura chamba encontramos alojamiento después de patearnos todos los hostales y caer rendidos en la oficina de turismo, que por suerte, nos informó de que habían cancelado 2 camas si las queríamos eran nuestras. !Qué suerte! y una mierda.

Nos tocó dormir con un tío que bien entrado los 30 no hacía más que beber cerveza,. La noche fué encantadora:

  1. Los vecinos de la habitación de al lado no pararon de gritar, saltar y follar hasta las 03:00 am. Bravo por ellos!
  2. Exactamente a esa hora, cuando por fin empezábamos a dormirnos, aparece el compañero de habitación (una versión inglesa del Pirata de Maki Navaja) y empieza a roncar como una bestia. Le hacemos de todo para que se mueva…y tras 2 horas de ruiditos más o menos sutiles, Sebas da unas palmadas (sí, aplausos) a lo bestia al lado de su cabeza…y Ooooohhh…se mueve!
  3. Cuando la bestia calla, a eso de las 04:30, sale otro vecino, se coloca delante de nuestra ventana y empieza una conversación de más de 1 hora con su móvil. Si grita un poquito más no le haría falta el teléfono.
  4. Cuando todo cesa y por fin conseguimos dormir…La bestia roncadora se levanta de la cama, va a la recepción y vuelve. Ningún problema, si no fuese porque se deja las llaves y nos pica a la puerta hasta que NOS LEVANTAMOS a abrirle, a eso de las 07:00. A partir de ahí él duerme como un bendito SIN roncar. Pa matarlo.
  5. 09:00 am. Nos levantamos.

Salimos pitando de allí para encontrarnos de lleno con un control de alcoholemia. El poli le acerca un aparato electrónico a Sebas a la cara y le dice algo que no entendimos a la primera.

Sebas abre la boca para soplar en la punta del aparatito…pero no hay boquillla. El poli repite: «Name and adress please».

Por lo visto detectan el nivel de alcolhemia por la voz…y nosotros casi le soplamos en el micro. Nos sentimos como Paco Martinez Soria en Madrid.

Dos horitas de coche y llegamos a Te Anau. Es el pueblo de entrada a la «Tierra de los Fiordos», a la orilla de un lago, es un pueblo encantador con un motón de senderos para caminar. Estamos en un hostal muy acogedor y sin vecinos toca huevos.

Mañana nos vamos a hacer la ruta del Milford Sound, un paseo escénico por la tierra de los fiordos con crucero incluído. Dicha carretera es la que tiene mayor riesgo de avalanchas del mundo, que no nos pase nada, pero tranquis que vamos en un tour organizado, nada de aventuras con mini-coches con cadenas.

Como nos dijo el poli, take it easy.

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