El viaje en autobus mereció la pena. Llegamos a «El Nido», un pueblo pequeño al norte de Palawan. Desde la primera impresión nos gustó. Todas las calles se organizaban alrededor del puerto sobre una cala llena de barcos pequeños.
Encontramos alojamiento en «Gloria´s cottage», una habitación enorme, muy limpia con ventilador y un balcón gigante mirando justo al mar. Cada mañana nos traían agua caliente en un termo con lo que podíamos hacernos té y comprar galletas para desayunar. Siempre nos despertaban los niños (que en Filipinas son muy madrugadores, ya que amanece muy pronto) con sus risas incombustibles. No paraban de reir y de jugar, a veces llevaban un cangrejo enorme atado de una cuerda como si paseasen al perro, nos encantaba despertarnos así.
En toda la ciudad había restricciones de luz de 6 a 12 de la mañana y de 16 a 18 horas, así que aprovechábamos las horas calurosas para remojarnos en el agua.
La cala está en un lugar privilegiado rodeada de islitas, las islas del archipiélago de Bacuit, con lo que en efecto parece como si la cala estuviese protegida en un nido. Tanto el amanecer como el atardecer eran espectaculares.
En un pueblo como este lo que tienes que hacer es bañarte en el agua, está claro. Elegimos una pequeña compañía para hacer lo que ellos llaman «island hopping» lo que se podría llamar un tour por las islas. El tour consiste básicamente en llevarte a sitios paradisíacos a hacer un poco de snorkel, y ellos ponen la comida.
Como comentábamos, elegimos una pequeña companía local y tuvimos la suerte de estar solos en el barco. Los dos chicos que constituían la tripulación eran muy amables.
En primer lugar nos llevaron a la «Laguna Pequeña». Ahí fue donde encontramos el lago azul de la película. A esta laguna sólo se podía acceder nadando a través de una roca que formaba una pequeña entrada. El camino hacía la entrada ya era lo suficientemente bonito como para sorprendernos, agua cristalina de color turquesa y arena blanca en el fondo. Pero una vez entras en la laguna pequeña, no puedes evitar sentirte parte de un documental de naturaleza o en una película quizás. Rodeando la laguna las montañas de la isla, el agua clara, los peces y el coral, todo esto en un pequeño rincón paradisíaco.
Al salir de allí nos llevaron a la Laguna Grande, donde no se puede nadar pero es muy bonito el paseo.
Por último nos llevaron a un par de playas más para hacer snorkel y comer. Tanto el snorkel como la comida incríbles. El snorkel era tan bueno, vimos tantos peces y corales que decidimos no bucear en estas aguas porque lo habíamos visto todo. Y la comida era un banquete, pescado a la brasa, arroz, ensalada, plátanos y los mejores mangos que hemos comido nunca. Porque en Filipinas los mangos están de vicio.
¿No hemos evolucionado tanto eh que no?. En conclusión, acabamos el día llenos de experiencias, con una buen empacho y con 2 espaldas quemadas por el sol. Fue perfecto.
Decidimos hacer otro tour, esta vez coincidimos con 2 canadienses y 2 suizos, con lo que estuvimos muy entretenidos hablando con todos. A destacar de este tour fueron la cueva a la que entramos que además nos resguardó de la tormenta que empezaba a caer; y la Isla Serpiente por la que se puede andar por una lengua de arena que comunica con otra isla, dando la sensación de caminara por encima del mar. Terminamos el día cenando con los colegas del barco. También fue un día perfecto.
Al día siguiente madrugamos para coger el barco que nos llevaría a Coron, en la isla Busuanga. Vamos allí a bucear en naufragios. En el barco, bueno barquito, con el que tardamos 8 horas en llegar a Coron, un barco no muy cómodo, coincidimos con un malagueño y una canadiense.
Una de las buenas cosas de viajar es que puedes conocer a mucha gente , a gente muy interesante como explicaremos en el siguiente post. Por supuesto también conoces a la gente local, que en caso de los filipinos son una gente extraordinaria, extremadamente amables, muy hospitalarios y muy muy joviales, siempre ríen, es genial y nos encantan.