Esta entrada pertenece a la serie China
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Nos despedimos de China. Es una realidad (esto lo escribimos desde Ha Noi), pero no queremos decirle adiós a ese maravilloso país sin hacer un pequeño resumen de lo que nos ha parecido su gente.
Lo que los chinos SON
- Son eficaces. El primer avión que sale antes de su hora estipulada lo tomamos en china. Las primeras gafas graduadas echas «en el acto» nos las hicieron en China.
- Son amables. Nos hemos sentido como estrellas de rock durante todo el viaje. Las atenciones son constantes y la sonrisa perpetua.
- Son honestos. Nunca temimos por nuestra seguridad ni fuimos timados.
- Son ordenados. No se puede decir que limpios, pero ordenados si se los compara con cualquier otro pueblo asiático (excepto los japoneses quizás).
- Son expertos falsificadores. Lo copian absolutamente todo, con más o menos gracia.
- Son solidarios. Todos interceden por el más débil en cualquier momento, cuidan a sus niños de forma comunal y no entienden el individualismo (tampoco la privacidad) occidental.
- Son apasionados del arroz y del té, y cuando se sabe qué elegir y donde, son muy buenos cocineros.
Lo que los chinos NO SON
- NO SON GUAPOS. En esto Sandra ha querido poner mayúsculas. Las chinas…ummm…una de cada 100 es salvable. De los chinos no hemos visto ni a uno. Sandra dice que si el último hombre en la tierra fuese chino…por ella se extingue la especie. Fani pensaba que si un chino te viola solo te queda el suicidio. Así están las cosas.
- No son pulcros. Los escupitajos con banda sonora pase…pero los lavabos públicos en los que la mierda (literalmente) se «apila» usuario tras usuario no es normal. Si yo veo una montaña de caca que podría mirarme a los ojos estando de pie, no voy a poner mi «granito» al montón….ellos sí. Sandra ha descubierto que con papel de WC en las fosas nasales….en fín, supervivencia.
- No son pocos. Esto es evidente si se miran las cifras…pero vivirlo es otra cosa. Aquí cagar en medio del campo es un mito. Allá donde vayas encuentras 20 chinos diciendo «Heló». Si se mojan se convierten en 400.
- Y definitivamente, su ópera es un poco durilla. De hecho es infumable para un occidental. Y es que Pavarotti no era chino.
Al margen de todas estas paridas (que aunque algo exageradas bastante ciertas) el país es increíble y nos ha dejado un sabor de boca extraordinario. Es uno de esos lugares al que te vas diciendo «hasta luego», y no «adiós».
Volveremos a China…dejamos demasiado sin ver.