Gooooood Morniiiing Vieeeetnammm!

Esta entrada pertenece a la serie Vietnam
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Siempre hemos querido repetir la frase de aquella peli, lo de «Gooood Morniiiing Vietnaaaaammm» y ya podemos hacerlo en plena Ha Noi!

Nos despedimos de China con pocas ganas, la verdad. Queremos volver más adelante a ese increíble país y explorarlo más a fondo. Además, pensamos que el «cambio» entre China y Vietnam no iba a ser tan grande como lo fué entre Rusia y China. De hecho, creo que esperábamos un poco más de lo mismo (terrazas de arroz, grandes ciudades, muchísima gente…)

Y por supuesto nos equivocamos.

La frontera entre Vietnam y China ya era una buena advertencia de que los vietnamitas y los chinos cada vez caminan por senderos más alejados. En el lado chino tardamos unos 10 minutos en hacerlo todo. Todo estaba impoluto, ordenado y los dos policías que miraban los pasaportes tenían en sus escritorios un aparatito con el que podías votar lo contento que estabas con su servicio. Encantador.

Ya en el lado vietnamita las cosas empezaba a ser «pintorescas». Todo estaba cubierto de una fina capa de polvillo. La máquina de rayos por la que se pasan las mochilas estaba parada y cubierta de más polvo, y todo era un poco caótico.

Los pasaportes los recogían de a puñados y los iban entregando a los gritos. Después nos hacían pasar por una cámara especial en la que te veías como a través de los ojos de «Depredador», con tu temperatura corporal (por lo de la gripe aviar y eso).

Al llegar a Ha Noi nuestro error se hizo más patente. China es al orden lo que Ha Noi parecía ser al Caos.

En el país hay 85 millones de personas y 11 millones de motos. Si descontamos a los campesinos, niños y ancianos, eso toca casi a una moto por cada 2 o 3 vietnamitas. A eso súmese un absoluto desprecio por la vida y las normas a la hora de conducir, el hábito de tocar el claxon 15 veces antes de siquiera contemplar usar los frenos y la inexistencia de señalización, carriles o cualquier regulación sobre el tráfico y se tendrá una idea aproximada de lo que es Ha Noi.

El ruido es infernal, la contaminación asfixiante y cruzar la calle es algo para lo cual los occidentales sencillamente no nacimos preparados. Aún así, nos gusta 🙂

Ha Noi tiene mucho de ese caos que tanto nos gustó en la India. Ese caos al que te acostumbras en poco tiempo y que aguantas por unas semanas (el tiempo perfecto para un turista…vivir aquí ya sería otra cosa).

Dos días después de llegar ya estábamos cruzando la calle tranquilamente, comiendo en chiringuitos en la calle (que serían la pesadilla de un inspector de sanidad) y regateando por casi todo. Genial.

El segundo día en Ha Noi fué bastante completo (y de ahí vienen las fotos). En resumen, nuestro día fué:

Fuimos a la ex-cárcel-museo «Hoa Lo», también llamada irónicamente «Ha Noi Hilton». Construida por los franceses y utilizada para encarcelar a los rebeldes vietnamitas durante la colonización, la cárcel tiene su historia. Por allí pasaron también los pilotos norteamericanos que eran derribados por el vietcong. La visita vale la pena tanto por el edificio como por la historia. Los franceses cometieron verdaderas barbaridades allí (sería como un Guantánamo de la época, pero a lo bestia) y los vietnamitas honran (con bastante propaganda) a sus héroes caídos. También aprovechan para mostrar lo bien que ellos trataron a los americanos. Todo muy político, muy propragandístico, pero interesante.

De ahí, Sandra se fué a depilar (preparándonos para la playita) y Sebas a mirar zapatos. El resultado fué una mala depilación y unas chanclas nuevas por unos 15 euros.

Compramos el billete de tren a Hue (la antigua capital imperial), visitamos el mercado local, nos dimos un paseo en cyclo (una bicicleta con carrito en el que vas delante) y comimos en chiringuitos de calle (marisco en el primero y pinchos variados en el segundo). Todo por una miseria y riquísimo.

Para acabar, contratamos un tour (sí, a pesar de todo) a Ha Long. Por lo visto no vale la pena hacerlo por tu cuenta (más caro y más difícil sin demasiados alicientes)

Dos días intensos. Dos días muy buenos.

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