- San Petersburgo, primeros días
- Hoy vamos a comprar los billetes…(y nada más)
- Bon Apetit…
- Se nos acumula la faena!
- Adiós St. Petersburgo. ¡Hola Moscú!
- Haciendo de turista en Moscú
- Big Bag, No Kremlin. My name is Sam. I’m Sorry
- Nuestra experiencia en el transiberiano
- Problem, Problem!
- Burocracia, su lechuguita
- Adiós madre Rusia
En la frontera (Naushki ) subieron unos cuantos militares a revisar pasaportes. Cuando llegaron al nuestro, el militar nos mira y dice:
– Problem, Problem!
La verdad es que ya sabíamos que algo no iba bien con nuestras visas. La embajada Rusa en España se equivocó y nos dió visa hasta el 29 de enero (en lugar de 2 de febrero). Nuestro formulario era clarito, pero supongo que el nivel de español del que concedía las visas no era muy bueno…sea como sea, nuestra visa estaba expirada en el momento de cruzar la frontera (2 de febrero).
Pensamos que con una multa, un soborno o algo parecido podríamos librarnos. Al fin y al cabo, queríamos abandonar el país, no entrar en él. Ya, claro.
Nos obligar a bajar con todo el equipaje, y la frase «No Pekin» nos hundió por completo.
Coincidimos con Mortag (ni idea de como se escribe), un noruego de 19 añitos en la misma situación (su visa había expirado hacía 9 horas). Los tres en la «aduana» del lugar. Quedaban 4 horas para que nuestro tren se fuese, y no parecían dispuestos a dejarnos subir.
Nos explicaron que tendríamos que ir a otro pueblo (volver sobre nuestros pasos unas 5 horas) para hacer una nueva visa…Intentamos sobornarlos, y en un momento de la conversación mencionaron 2000 rublos por cabeza. Aceptamos más que contentos y pensamos que habíamos triunfado. Una media hora más tarde nos enteramos de que no era un soborno, sino una multa, y que seguíamos igual (con lo que jode pensar que ya lo has conseguido y que luego te digan que no).
Nos sometieron a un montón de preguntas, y al final tuvimos que pagar la multa. Nuestro tren se fué, y nos quedamos solos en la estación en medio de la nada, a 27 grados bajo cero. En cuanto el tren se fué, los militares abandonaron el lugar.
Entonces apareció Vasili, un ruso que había encontrado un filón en turistas tontos como nosotros. Nos ofreció dormir en su casa, llevarnos en coche a Ulan-Ude, ayudarnos con los trámites de la visa y darnos comida por 2 días. Todo por 350 dólares por cabeza. Rechazamos su oferta, y bajó a 250. Un poco más tarde Sebas se lo encontró de camino a la tienda a por comida, y la ultima oferta fué de 200. Quizás debimos aceptar esa última oferta. El tiempo nos reveló que era bastante buena (aunque la casa de Vasili, que Sebas tuvo oportunidad de ver, requería sacos de dormir mejores que los que tenemos)
Esperamos 5 horas más (un total de 9 horas) para el tren que, a las 03:15 de la mañana nos llevase a Ulan-Ude, la «big city» en la que nos harían la visa. El tren era frio y cutre, pero mejor que ir a Ulan Ude en coche con Vasili. Pudimos dormir algo.
LLegamos a Ulan-Ude a las 09:30 am. Pedimos un taxi al hotel Bureatia (recomendado por uno de los militares, el único que realmente se portó bien con nosotros).
Empezamos a sentir un auténtico sentimiento soviético desde que entramos en el hotel. Y para muestra, un botón: