Datong

Esta entrada pertenece a la serie China
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La fuerza de una muralla depende del coraje de quienes la definenden.Gengis Khan

Dormimos esa noche en el tren, en cama dura,muy dura, pero Fani pudo dormir toda la noche de un tirón gracias a ayuda farmacológica. Todo y así nosotros no dormimos en absoluto. Llegamos a Datong a las 6:21 am del 11 de febrero de 2008.

La ciudad se dedica casi exclusivamente a la explotación del carbón, de hecho explotan un tercio del carbón que utiliza toda China. El resultado es una ciudad gris, sucia, infecta, realmente un asco de ciudad y por supuesto helada (-8 ºC). Por eso nos alegramos de la decisión tomada el día antes de no parar a dormir ni un sólo día. El motivo de parar en esta ciudad era que desde aquí podíamos visitar tres auténticas maravillas: Las cuevas Yungang , el Templo Colgante y La Gran Muralla China.

 

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Decidimos comprar los billetes para esa misma noche hacia Pingyao, pero no había plazas. Así que compramos billetes hacia Taiyuan para luego ir hacia Pingyao en bus. Una vez arreglado el asunto nos fuimos a una especie de agencia estatal para poder conseguir un conductor que nos llevase a los tres sitios dado que estaban muy alejados de la ciudad.

Tuvimos que esperar a que abrieran la agencia, que aunque ponía a las 6:30 el chino no se pasó por el local hasta las 8. Una vez arreglado todo por un «razonable» precio (no quisimos regatear mucho porque sólo teníamos ese día para hacerlo todo ya que nuestro tren salía esa misma noche) nos dirigimos a nuestros destinos.

Nuestro conductor no hablaba ni pizca de inglés así que os podéis imaginar que divertido. Nos llevó durante unos 15 Km por carreteras llenas de casuchas y mierda para que vamos a mentir. Al final llegamos a una especie de campo abierto con montañitas y nieve por supuesto. Allí pensábamos que estarían las cuevas así que estuvimos buscándolas durante un buen rato, incluso llegamos a un edificio cercado donde había un hombre y un perro , que al vernos empezó a gritarnos y hacer movimientos con las manos en plan: queréis piraros de una puta vez??????.

El caso es que allí no había cuevas, pero nos entró las imperiosas ganas de orinar. Todo era campo pero había una especie de casitas derruidas, todo a la intemperie, así que decidimos organizar dos lavabos comunitarios. Casi nos congelamos pero la sensación de orinar en el campo llenos de nieve fue muy placentera. Como no vimos nada nos piramos y le dijimos al conductor que nos llevase a las cuevas de verdad, él señalaba todo el campo como diciendo: ver las montañitas; eso es lo que entendimos nosotros.

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Después de otros tantos Km en otro sentido, llegamos a las Cuevas Yungang. El viaje había merecido la pena, la cuevas contienen cerca de 51.000 budas, con algunos de tamaño gigantesco. El sitio es auténticamente sobrecogedor y disfrutamos nuestra visita como niños, a pesar del frío.

Al salir de las cuevas, nos dirigíamos al templo colgante. Estuvimos conduciendo aproximadamente una hora, el templo está a unos 70 km de Datong. Durante el viaje y como hacía solecito nos quedamos dormidos. Al llegar al templo colgante la sensación fue de «guauuuuu». Escarbado en la montaña a una altura considerable había un templo de madera totalmente incrustado en la montaña. Subimos al templo como no, que era estrecho y daba un poco de miedo , además a esa altura el viento soplaba con fuerza y el frío nos hacía amontonarnos los tres para darnos calor. Era espectacular.

Al acabar la visita le dijimos al taxista que nos llevase a ver la Gran Muralla que tanto ansiábamos ver y……. después de mucho batallar y hacernos entender, comprendimos que la Gran Muralla de las narices era lo primero a lo que nos llevó a ver el colega en medio de la nieve y del campo. En efecto, las casitas derruidas tan encantadoras donde los tres supernenes decidimos regalarnos con un encantrador pis, no era ni más ni menos que la Gran Muralla. Así que contamos con el privilegio de haber meado literalmente en la Gran Muralla China, que aquí no está tan maqueada como en Pekín, si no por supuesto nos hubiésemos dado cuenta.

Resignados pero felices de nuestra inocente aventura, ya no veríamos la murallita en todo su esplendor. De vuelta a Datong. Cenamos en un garito cutre pero muy barato algo así como sopa con intestinos y no se que más. Por suerte siempre nos salva el arroz.

En la sala de espera del tren justo en el momento de pasar el control los chinos se lían a ostias y aprovechamos para colarnos un poquillo y llegar hasta nuestras camas blandas… que estaban duras como tablas. Llegamos a las 7:OO a Taiyuan. De allí taxi hasta la estación de autobuses y bus a Pingyao. A las 9:00 habíamos llegado a Pingyao. Era el 12 de febrero y la cosa pintaba muy bien.

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