Seguimos haciendo kilómetros y kilómetros de ruta, y en medio de la nada nos encontramos con una estampa sacada de una postal.
Se trata de un pequeño pueblecito llamado «Astica«. Paramos el coche en medio de la calle principal del pueblo (600 habitantes contando hasta los caballos) y nos recibe un hombre mayor, con sombrero de gaucho desgastado y un perro flaco y sucio durmiendo a sus pies. Era tan parecido a la imagen que miles de libros han dado de los pueblecitos andinos que creo que podría empaquetar todo el conjunto y ponerlo en un museo antropológico.
Comimos en su casa y dimos de comer las sobras al perro. Pagamos una miseria, como siempre, pero dejamos propina (al principio la mujer no entendía lo de la propina…como si nos hubiésemos equivocado)
Como ya teníamos reservado el alojamiento, decidimos ir a Valle Fertil, a 40 km de Astica. Nos dijeron que era una «Ciudad» mas grande (acentuando el «más grande» como si fuese una metrópolis). Cuando llegamos, Valle Fertil tenía 1.200 habitantes. Guauu!
Lo más gracioso era una especie de biblioteca de colegio con un PC en medio (bastante antiguo). Ese ordenador personal le daba el nombre al lugar: «Centro Tecnológico Municipal». Casi me muero de risa, pero tuvimos que disimular para no ofender a nadie.
Después subimos a un mirador en el que casi se matan mis padres (en la bajada mas que en la subida) para acabar viendo oootra virgencita (son muy chupa-cirios aqui).
Mañana iremos al Valle de la Luna, la primera de las maravillas naturales que nos esperan en este viaje.